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Relajos y pingas 4
Fecha: 19/12/2025, Categorías: Hetero Sexo con Maduras Voyerismo Autor: Pachito, Fuente: SexoSinTabues30
... ajenas a los ojos que las devoraban. Una de ellas, una blanquita con un bikini verde que dejaba ver más de lo que tapaba, se puso a bailar con la morena, sus cuerpos rozándose mientras el reggaetón las hacía mover las caderas. Sus tetas chocaban, sus culos se meneaban, y el agua de la piscina les chorreaba por la piel, haciendo que todo brillara bajo el sol. La hija del jefe se unió, riendo, y las tres empezaron a bailar juntas, sus cuerpos tan cerca que parecía que se iban a comer entre ellas. Yo sentía el sudor corriendo por mi espalda, no solo por el calor de Lima, sino por el fuego que me quemaba por dentro. Cada movimiento de esas flacas era como un golpe, y mi pinga no me dejaba pensar con claridad. El jefe se acercó más a la piscina, fingiendo que hablaba por celular, pero sus ojos estaban pegados a la pelirroja, que ahora se estaba untando más bronceador, masajeándose las tetas con una lentitud que era puro veneno. Mi viejo, a mi lado, soltó un gruñido bajo, y cuando miré, vi que tenía una mano en el bolsillo, como si estuviera ajustándose algo. Yo no era mejor, con el short apretándome y la cabeza llena de imágenes que me hacían querer correr o quedarme ahí para siempre. La hija del jefe se subió a una tabla de clavado, su cuerpo brillando como si fuera de cristal, y se tiró al agua con un movimiento que hizo que su bikini se le subiera hasta casi desaparecer entre su culito. Las otras chicas aplaudieron, riendo, y el jefe dejó caer el celular al césped, como ...
... si se hubiera olvidado de todo menos de lo que tenía enfrente. El aire estaba cargado con el olor a cloro, bronceador y el sudor de todos nosotros, atrapados en esa escena que parecía sacada de un sueño prohibido. Afuera, San Isidro seguía con su ruido: un carro pitando en la avenida, un perro ladrando en la casa de al lado, el zumbido de una moto. Pero en ese patio, con la piscina reflejando el sol y esas flacas moviéndose como si quisieran quemarnos vivos, el mundo se sentía pequeño, reducido a tetas, culos y el calor que nos tenía a todos al borde. Yo sabía que no debía estar mirando, que era la hija del jefe y sus amigas, pero no podía parar. Y por las caras del jefe y de mi viejo, ellos tampoco. El sol seguía castigando el patio de la casona en San Isidro, haciendo que la piscina brillara como un diamante líquido bajo la luz de la tarde. Las flacas seguían con su fiesta, sus cuerpos en bikinis moviéndose al ritmo del reggaetón que salía de los parlantes, con tetas y culos que parecían gritar por atención. Yo estaba escondido detrás del carro del jefe, con el trapo olvidado en la mano y la pinga tan dura que me dolía el short. La hija del jefe, con su bikini rojo que apenas le tapaba el culito, seguía siendo el centro del espectáculo, pero ahora mis ojos se desviaron hacia algo que me dejó la boca seca y el corazón a mil. Claudia, la mujer del jefe, había salido al patio con una bandeja de tragos, vestida con una bata ligera que se le pegaba a las curvas como si ...