Capítulo 8 - El Silencio también habla - Relatos Eróticos

Capítulo 8 - El Silencio también habla

... tal vez, el amor no era una debilidad.Sino una nueva forma de pelear.

El apartamento ya no parecía tan silencioso.Charlotte caminaba descalza sobre el piso pulido, con una camiseta holgada de Emily que le llegaba a medio muslo y unos pantalones deportivos ajustados a la cintura. Su cabello seguía húmedo por la ducha rápida, y aun así, tenía esa luz en la mirada... esa mezcla de libertad y curiosidad que la hacía verse aún más viva.

Emily, en cambio, iba y venía por la cocina como si no supiera dónde estaban las cosas, aunque era su propio espacio. Tenía el cabello recogido de forma rápida, una camiseta sin mangas y unos pantalones deportivos grises. Todo en ella parecía querer mostrarse tranquila, pero su cuerpo la traicionaba: se le caían cosas de las manos, abría la nevera sin saber por qué, y a ratos olvidaba lo que estaba diciendo.

—¿Quieres que pique el tomate o... te estás entrenando para cortarte tú sola? —bromeó Charlotte desde la mesa.

Emily resopló, divertida, al ver el pequeño corte en su dedo, justo después de intentar filetear el pollo.

—Soy mejor abriendo cadáveres que pollos —dijo, mientras limpiaba el dedo con una servilleta.

—Sí, me quedó claro. Me da más miedo verte con el cuchillo de cocina que con un bisturí.

—Eso es porque aún no me ves con uno en la mano.

Ambas rieron.

Charlotte se levantó, se acercó con un botiquín que andaba en su cartera, y tomó la mano de Emily con cuidado. Le puso un pequeño curita mientras la miraba de ...

... reojo.

—Esto no es nada —dijo Emily, casi en automático.

—Lo sé —respondió Charlotte, suave—. Pero igual mereces que alguien te cuide, aunque sea por una herida tonta.

El silencio volvió, pero era ese tipo de silencio cómodo, que no necesita llenarse.Se miraron. Emily quiso decir algo, pero prefirió bajar la vista y seguir con el pollo, esta vez con más atención.

Charlotte, mientras tanto, comenzó a preparar una ensalada, hablando de su infancia con tono ligero.Emily escuchaba con una media sonrisa. Entre ingredientes y recuerdos, se fue construyendo algo más que una cena: un espacio de confianza.

—Yo siempre quise estudiar psicología —dijo Charlotte en algún momento— Pero la esgrima me atrapó antes. ¿Y tú? ¿Siempre supiste que serías forense?

Emily dudó. Cortó en silencio.

—No exactamente. Al principio fue por rabia. Por necesidad. —Se encogió de hombros—Luego se volvió mi forma de no perderme. De no volverme otra cosa.

Charlotte se detuvo. Dejó el cuchillo a un lado y la miró.

—¿Y ahora? ¿Qué te gustaría ser?

Emily se quedó callada un instante. Luego, sin mirarla directamente, dijo:

—Tal vez alguien que no tenga que seguir huyendo.

Y Charlotte entendió. No preguntó más.

La cena quedó lista y comieron juntas en el sofá, con las piernas cruzadas y los platos sobre un cojín entre ambas.La televisión estaba encendida, pero sin volumen. Solo un par de luces tenues iluminaban la estancia.

En un momento, Charlotte se rió con algo que Emily ...