1. Un viaje para olvidar VII El juego en el bosque


    Fecha: 24/12/2025, Categorías: Gays Autor: Thiago Luis da Silva, Fuente: TodoRelatos

    ... dentro. César se acercó a nosotros, con el consolador todavía en la mano, y nos miró con una sonrisa pícara. —¿Queréis algo divertido antes de llegar al lago? —preguntó, girando el juguete entre sus dedos.
    
    Alex, como siempre, no lo pensó dos veces. —¡Venga, claro! —dijo, con una risa que resonó en el claro.
    
    Yo dudé un segundo, todavía con esa sensación de que algo no iba bien, pero no quería quedarme fuera. Quería integrarme, dejar de darle tantas vueltas a todo. —Por qué no —dije, encogiéndome de hombros, intentando sonar más relajado de lo que estaba.
    
    César señaló una zona cubierta de musgo espeso, justo al lado de la casa. —Ponte ahí, Carlos, a cuatro patas. Es cómodo, como una colchoneta natural —dijo, con un tono que mezclaba diversión y autoridad.
    
    Me arrodillé sobre el musgo, que era sorprendentemente suave bajo mis rodillas y manos. César explicó el juego: —Uno de nosotros te follará el culo, y otro la boca. Tienes que adivinar quién es quién. Si aciertas, ganas. Si no, el consolador es para ti.
    
    Antes de que pudiera responder, César agarró una cinta ancha que colgaba de una rama baja, como si alguien la hubiera dejado allí a propósito. Era lo bastante gruesa para cubrirme los ojos por completo. Me la puso con cuidado, anudándola detrás de mi cabeza, y el mundo se volvió oscuro. El sonido del bosque —el canto de los pájaros, el susurro de las hojas— se intensificó, y mi corazón empezó a latir más rápido.
    
    Noté un cipote contra mis labios, caliente, ya ...
    ... babeando precum. Dio un par de toques suaves contra mi cara, y abrí la boca por instinto. Sabía que era Alex. Conocía demasiado bien su tacto, su olor, la forma en que se movía. Su polla se deslizó dentro, llenándome la boca, mientras otra verga, más delgada pero firme, empezaba a abrirse paso en mi ojete. Esa tenía que ser César. Aunque no podía ver, la falta de visión hacía que cada sensación fuera más intensa, cada roce, cada empujón. Los dos comenzaron a moverse, adelante y atrás, dentro y fuera, en un ritmo que era como un baile obsceno, perfectamente sincronizado.
    
    Gemí alrededor de la polla de Alex, el sabor de su precum inundándome la lengua. Mi cuerpo se rendía al placer, a pesar de la inquietud que todavía me rondaba. Justo cuando sentía que Alex estaba a punto, se corrió con un gruñido, descargando un lefazo caliente en mi garganta. Tragué, saboreando cada gota, pero antes de que pudiera recuperarme, su polla salió de mi boca y fue reemplazada por otra. Esta era más larga, más gruesa, con un sabor más intenso, casi salvaje. No era Alex, ni César. Era alguien nuevo.
    
    Desde mi ojete, César también se corrió, su semen caliente llenándome mientras gemía bajo. Pero no hubo pausa. Otra verga, más grande, más pesada, tomó su lugar, embistiéndome con una fuerza que me hizo jadear. Entonces escuché voces, risas, aplausos. Voces de hombres, varias, saliendo de la casa de piedra. “¡Venga, chúpala bien!”, gritó uno. “¡Joder, qué culo más tragón!”, dijo otro, entre risas. El ...
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