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Un viaje para olvidar VII El juego en el bosque
Fecha: 24/12/2025, Categorías: Gays Autor: Thiago Luis da Silva, Fuente: TodoRelatos
... tragué, saboreando su saliva, y él se inclinó para darme un morreo profundo, su lengua explorando mi boca con una intensidad que me dejó sin aire. Luego se apartó, con una sonrisa satisfecha, y dio paso a otro. Una nueva verga, no tan larga, unos dieciocho centímetros, pero gruesa como pocas, se deslizó en mi boca. Raúl, que seguía cerca, dijo: —Ese es Fernando Greciano, Carlos. Tiene lo suyo, ¿eh? —Su voz tenía un tono de diversión, como si estuviera disfrutando del espectáculo. Fernando y Sebastián me follaron en un ritmo coordinado, sus pollas entrando y saliendo de mi boca y mi culo como si hubieran ensayado. Los sonidos del bosque —el crujir de las hojas, el canto lejano de un pájaro— se mezclaban con mis gemidos y los gruñidos de los dos hombres. Fernando fue el primero en correrse, descargando un lefazo caliente en mi garganta. Se arrodilló frente a mí, y por primera vez lo vi bien: ojos ámbar que brillaban como los de un lobo, pelo castaño peinado en un tupé perfecto, una cara que mezclaba rudeza y algo casi angelical. Me miró, sonrió, y se apartó. Sebastián, detrás de mí, empezó a emitir bramidos guturales, como un animal en celo. Sus embestidas se volvieron más rápidas, más salvajes, y de pronto se corrió, llenándome el ojete con una cantidad de semen que parecía no acabar nunca. El calor de su lefazo me hizo jadear, y cuando por fin salió de mí, sentí su semen chorreando por mis muslos. Sebastián rodeó mi cuerpo y se puso frente a mí, ayudándome a ...
... levantarme con una fuerza sorprendente para alguien tan delgado. Era joven, no más de veintidós años, fibrado, sin un solo pelo en el cuerpo. Su pelo en rastas caía sobre sus hombros, y los piercings en su ceja y labio brillaban bajo el sol. Me abrazó, apretándome contra su pecho, y me dio un morreo lento, profundo, su lengua enredándose con la mía. Luego se acercó a mi oído y susurró: —Cuando lleguemos al lago, te voy a follar muchas veces más, Carlos. Prepárate. Sus palabras me encendieron, pero también me hicieron sentir algo extraño, como si en su abrazo hubiera una promesa de protección además de deseo. Por un momento, me sentí seguro, aunque el bosque y sus misterios seguían pesándome en la cabeza. Raúl dio una palmada fuerte, rompiendo el momento. —¡Venga, chicos, se hace tarde! Al lago, moveos —ordenó, con esa autoridad suya que no admitía discusión. Los hombres que habían salido de la casa —cuatro o cinco, no los conté bien— empezaron a recoger sus cosas, mochilas y botellas, todos desnudos salvo por botas y calcetines, como si fuera una especie de uniforme. Alex, que había estado observando todo con una sonrisa pícara, me dio un codazo y se acercó para susurrarme: —Joder, Carlos, te has comido más pollas en diez minutos que en toda una noche en la sauna. —Soltó una carcajada, y aunque quise responderle con algo ingenioso, solo pude reírme, todavía con el cuerpo vibrando. Nos pusimos en marcha, el grupo avanzando por el sendero hacia el lago. Alex iba delante, ...