Jubilados
Fecha: 15/02/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... desde Colombia, Venezuela, Ecuador. La inauguramos en un mes, estás invitado a la fiesta
Fiesta la que me doy con sus tetas. Joder, qué buenas son, qué importante es que una mujer disfrute cuando tú te pones ciego tocando, amasando, acariciando, pellizcando, lamiendo, chupando, mordisqueando unas tetas duras y grandes, mamando los pezones con suavidad y con dureza, sin quejas, pidiendo más, sonriendo, poniéndose cachonda, con alegría, hablando, diciéndote lo que quieres oír, lo que a los dos nos gusta y excita.
A mí me pone mogollón hablar y que me hablen mientras estoy follando, con Maldi no hay problema, no se calla ni debajo del agua. Desde el primer beso que nos damos nos hablamos, primero suavemente, le digo lo mucho que me gusta, lo buena que está, lo excitado que estoy, y poco a poco subo el nivel, le digo de todo, lo que le voy a hacer, algún que otro insulto, cosas así. La hembra tampoco se corta ni un pelo, aunque algunas cosas no las entiendo porque usa palabras propias de su tierra. Me llama maricón muchas veces, eso le encanta.
Le gusta tumbarse boca arriba y que yo me ponga sobre ella. Me arrodillo con una pierna a cada lado de las suyas, dirijo la polla al empapado volcán de su sexo y a la primera se la meto con un fuerte golpe de riñones que le hace lanzar una exclamación de excitación y gusto. Estiro las piernas hacia atrás, dejo descansar mi pecho sobre sus tetas —me encanta sentirlas— las manos las pongo en los hombros abrazando su espalda e ...
... inmediatamente le doy una follada larga, dura, profunda, constante, casi sin sacarla, besándonos muy guarramente de vez en cuando y hablándonos entre muerdo y muerdo.
Según subo el ritmo, me levanto para arrodillarme, para darle más caña, y poniendo las manos por debajo me agarro con fuerza al culazo. Desde hace ya un par de minutos Maldi jadea de manera seguida, sin hablar, respirando roncamente, con una de sus manos en mi culo, apretando hacia abajo como si me ayudara a llegar más dentro, y la otra acariciando lentamente la zona de su clítoris. Me queda poco, noto que algo se mueve al final de la columna vertebral, que parece continuar por la próstata, llega a los huevos y ahí se pone en ebullición. La mujer detiene el vaivén con el que acompaña mi movimiento de meter y sacar, aprieta los ojos, abre más la boca y grita, aunque no muy fuerte, de manera seguida durante bastantes segundos, durante los cuales siento en la polla los espasmos de su vagina, como si fueran pellizcos de distinta intensidad que me hacen correrme y eyacular como un semental. ¡Joder, qué gusto!
La enfermera Maldi es discreta, pero me cuenta muchas cosas, todo el día de un sitio a otro de la urbanización visitando a sus enfermos le hace conocer a todo el mundo y se entera de todo lo que pasa. Como tiene confianza conmigo todo me lo comenta, nos reímos bastante mientras solemos compartir un porro —siempre lleva— y unos chupitos de vodka o ginebra porque la conclusión a la que llegamos es siempre la ...