1. Mi suegra encontró la horma de su zapato. Familia open mind todo vale


    Fecha: 05/03/2019, Categorías: Incesto Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    ... directo de mi boca a su boca genital. Me aprieta a su sexo, encarcelado entre sus piernas y condenado a ser gozado por esta hembra insaciable.
    
    Fui por las tetotas, robarme el sabor de los pezones rosados y erectos, por la rapiña de las cerezas que coronan sus mamas. Llenarme las manos y la boca del fruto rosado, solícita da de mamar al hombre goloso.
    
    —¿Quieres que me ponga como te hace Alicia? También me gusta en posición de perrita.
    
    Sabía mucho de mí, conocía mi posición favorita, la dejé hacer
    
    —Espera, me pongo la almohada, doblada así te quedo bien expuesta, y me puedes domar a gusto. Seré tu putita, cuantas veces quieras. ¡Vamos mi macho, monta, estoy ardiendo!
    
    Esta señora “puso toda la carne en el asador” dispuesta a gozar y ser gozada. Para poner más brasas al fuego del deseo, separa sus nalgas, ofrece el espectáculo de su sexo regalando el deseo, pidiendo ser lamida nuevamente. Me dejé llevar por la invitación, lamí con intensidad hasta hacerla gemir, gritona y calentona como su hija, como decía mi abuela, “lo que se hereda no se compra”.
    
    Por los gemidos hasta me pareció que estaba en otro orgasmo justo cuando le entré, todo de un golpe, algo brusco, pero me pintó hacerlo de ese modo, me había calentado tanto que no me pude contener y se la mandé a guardar hasta el fondo de un solo envión. Se sentía tan ajustado como la de su hija, pero tan lubricada que fue solita hasta el fondo de su vagina.
    
    El sacudón brusco por la entrada, suma lo que ...
    ... pareció un orgasmo, la hizo vibrar, estrujar la almohada, morderla, gemir mientras mordía. Empinó bien el culito, me afirmé bien de sus ingles y comencé a meter con fuerza, con más violencia que lo habitual, esta mujer me había calentado de tal forma que me había alterado, desbordaba de lujuria y ella que se movía como una potra mientras la doman, todo convergía en acentuar mi calentura, llevada al extremo de aferrarme de sus cabellos y nalguear mientras vocifero guarradas, groserías al por mayor. Responde y nos perdemos en esos gritos de batalla de los sexos, estamos subidos al mismo delirio y nos quemamos en la misma hoguera.
    
    —¡Vamos, puto, cabrón, coge, coge! ¡Coge a esta puta que te va a dejar sin una gota de leche! ¡Coge, coge, coge…!
    
    Lidia se había transformado en una máquina de fornicar, sacudía sus caderas en círculo, adelante, atrás. Sus manos se tocan la concha, se agita y sacude nuevamente, parece electrizada, sacudida por una descarga eléctrica, se deja estar un momento y retoma y otra vez. Los gemidos son gritos quizás más fuertes e intensos que su hija cuando se viene, intento acallarla, tapo su boca me chupa los dedos.
    
    Acentúa los movimientos, me obliga a seguirla, pido que se detenga, que pare, necesito disfrutarla más, ella quiere su premio, yo seguir cogiendo… Ella ganó, forzó a venirme, me exprimía la verga, ¡qué modo de apretar sus labios vaginales! Me llevó en su calentura, arrastró sin poder contenerme, me gozó, me sacó hasta la última gota de ...
«1...3456»