Vacaciones originales
Fecha: 17/08/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... por tres pares de gafas de sol y tres cartones de tabaco gringo. Nosotros vamos camino de un pueblo algo mayor que los habituales —Salma y las dos cocineras nativas toman un camino distinto al nuestro para que la conductora pueda recoger el minibús turístico— desde donde hay carretera hacia Zuérate, una zona minera de Mauritania en donde por ferrocarril —dos días de viaje en uno de los grandes transportes de mineral de hierro, los trenes más largos del mundo, con cientos y hasta miles de vagones— llegaremos a Nuakchot, la capital, que por avión nos unirá con Las Palmas —allí se quedarán Salma y Nabil una semana a la espera de un grupo de turistas italianos— y ya a Madrid.
El tren lo tomamos en lo que apenas es un apeadero de tablones de madera en un pequeño acuartelamiento del ejército, que tiene innumerables controles a lo largo de las zonas que atraviesan las vías. En uno de ellos hemos tenido que regalarle al oficial unas gafas de sol y una botella de ginebra para que nos dejara continuar, y cien dólares por dejar pasar a las mujeres, aunque por momentos parecía que prefería quedarse con ellas. Como diversión y acompañado de las carcajadas de ocho o diez soldados, le ha pegado con una vara una docena de duros azotes a Nabil, a quien desprecia por permitir que una mujer conduzca el minibús, después se ha guardado las gafas, la ginebra y el dinero y nos ha ordenado marchar rápidamente, asustándonos con su pistola.
Es impresionante ver un tren con tantos vagones —se ...
... pierden de vista, llegando a ocupar más de dos kilómetros de largo— movido por un gran número de máquinas intercaladas a lo largo del convoy. El noveno vagón es el de los viajeros, se trata de un antiguo coche cama de los ferrocarriles franceses que también lleva un comedor con seis mesas, una pequeña barra de bar y la correspondiente cocina, todo ello a cargo de dos camareros de mediana edad que hablan algo de francés. Nos instalamos en cuatro cabinas —una por pareja— de las seis que lleva el vagón. Son departamentos antiguos —cada uno tiene dos literas de dos camas— medianamente espaciosos, parecen limpios, tienen un mínimo cuarto de aseo con ducha en el que sólo cabe una persona y funciona el aire acondicionado, menos mal porque las ventanas no se pueden abrir so pena de llenarnos de polvo y carbonilla. No funcionan los pestillos de las puertas, que se abren solas con el traqueteo del tren.
Como es hora de comer vamos al comedor, ya con el tren en una marcha no demasiado rápida, altran tran. Los dos amables y eficientes camareros nos ofrecen un menú corto pero suficiente, de platos bien cocinados, eso sí, no hay cerveza ni alcohol de ningún tipo, así que comemos con té y agua mineral. Cuando estamos terminando y ya hemos liado varios porros, hacen su entrada un oficial del ejército y un empleado de ferrocarriles que son los jefes del tren, además de una pareja de chinos —mujer y hombre de poco más de treinta años— de la empresa que explota los yacimientos del mineral de ...