Me converti literalmente en su mascota.
Fecha: 08/10/2025,
Categorías:
Gays
Tus Relatos
Autor: Van1992, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
Llevabas un mes viviendo con Adrián cuando empezó a notarlo.
Adrián era un tío de 28 años, hetero total, trabajaba como mecánico y buscaba roommate para el piso que había heredado de su abuela. Era un tipo tranquilo, deportista, con fotos de su ex novia todavía en la estantería y el póster de un Mustang en la pared.
Al principio todo parecía normal. Cada uno en su rollo. Pero había algo en ti que ni tú mismo entendías.
Cuando Adrián llegaba del taller, algo dentro de ti se activaba. No era excitación sexual ni sumisión. Era otra cosa. Más primitivo. Tus oídos parecían agudizarse al escuchar sus pasos en la escalera. Tu cuerpo se tensaba de anticipación. Y cuando abría la puerta, ahí estabas tú, cerca de la entrada, esperándole.
"Tío, siempre estás ahí cuando llego," comentó un día mientras dejaba las llaves en la mesita. "¿Cómo lo haces?"
No sabías qué contestar. Simplemente... lo sabías. Sentías su llegada.
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Pasaron los días y los comportamientos se multiplicaron.
Te descubriste oliendo la ropa que Adrián dejaba tirada. No por morbo, sino por necesidad de reconocer su olor. Como marcando territorio. Como memorizando a tu... ¿dueño? La palabra te asustó cuando apareció en tu mente.
Empezaste a sentarte en el suelo del salón sin razón. Las sillas te resultaban incómodas, antinaturales. El suelo era mejor. Más seguro. Sobre todo cuando Adrián estaba cerca.
Una tarde te pilló tumbado en la alfombra, con la cabeza apoyada en las manos, mirando la ...
... tele desde ahí abajo.
"¿Qué haces en el suelo?" preguntó extrañado.
"Estoy más cómodo," respondiste, y era verdad.
Adrián se encogió de hombros y se sentó en el sofá. Puso los pies descalzos sobre la mesita de centro y siguió viendo el partido. Tú te quedaste ahí, en el suelo, y poco a poco te fuiste acercando hasta quedar cerca de sus pies. No los tocaste. Solo... querías estar cerca.
Adrián bajó la vista y te miró con curiosidad.
"Tío, eres raro."
Pero no te echó. Y eso te hizo sentir bien.
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Las semanas pasaban y tu transformación era cada vez más evidente, aunque ninguno de los dos la nombraba.
Dejaste de usar cubiertos para comer. Primero fue con las manos, luego directamente inclinándote sobre el plato. Adrián te vio una noche comer espaguetis así, agachado sobre la mesa.
"Joder, pareces un animal," dijo, pero no sonaba como un insulto. Sonaba... observador.
Empezaste a rascar la puerta de tu habitación cuando estaba cerrada y querías salir. A veces gemías bajito cuando Adrián no te hacía caso. Él levantaba la vista del móvil y te miraba con esa expresión que no sabías descifrar.
"¿Qué quieres?" preguntaba.
Y tú no sabías explicarlo. Solo querías su atención. Que te mirara. Que supiera que estabas ahí.
Una mañana Adrián preparaba el desayuno y se le cayó un trozo de tortilla al suelo. Antes de que pudiera recogerlo, tú ya estabas ahí, agachado, comiéndotelo directamente del suelo.
Adrián se quedó paralizado con la espátula ...