1. Ari: Prisionero de Mi Piel VI


    Fecha: 03/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    El silencio de la habitación pesaba más que el cansancio en mis músculos. La cama aún conservaba el calor de su cuerpo, el aroma de su piel mezclado con el sudor y el sexo de hace un momento. Yo, tirada de lado, con las sábanas apenas cubriéndome, me descubrí buscando su silueta, como si todavía estuviera allí.
    
    Pero no estaba. Jordan se había ido, y con él, ese dominio que me consumía y me hacía sentir viva.
    Cerré los ojos y apreté las piernas, recordando la forma en que me había tomado, la fuerza en sus manos, la crudeza en su voz ordenándome obedecer. Era como si mi piel aún llevara su marca. Mis labios se mordieron solos, y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
    —¿Por qué lo necesito tanto…? —susurré al aire, apenas consciente de lo que decía.
    Me moví inquieta entre las sábanas, la respiración acelerándose con solo imaginarlo de nuevo frente a mí, desnudo, mirándome con esa seguridad que me aplastaba y me levantaba a la vez. Cada recuerdo era un fuego encendido en mis entrañas, un recordatorio de que lo quería de vuelta, que lo deseaba reclamándome otra vez, llevándome más allá de mis propios límites.
    La ausencia era insoportable, pero también era un veneno dulce. Me hacía comprender que no había marcha atrás: yo ya le pertenecía. No importaba cuándo regresara, ni cómo… sabía que cuando volviera, iba a abrirme a él sin resistencia, cansada o no, rota o no. Porque ese era mi lugar: bajo su mirada, bajo su control, bajo su poder.
    
    Me aferré a la almohada como si ...
    ... fueran sus brazos. Y entre suspiros entrecortados, con el cuerpo ardiendo de deseo y la mente rendida, solo pude pensar en una cosa:
    que vuelva… que me reclame otra vez.
    La casa estaba en silencio, pero dentro de mí había un ruido insoportable. Me quedé acostada mucho tiempo, con la mirada fija en el techo, temblando todavía por lo que había pasado. No podía borrar su voz, su calor, la forma en que me había arrancado algo que ni siquiera yo entendía del todo, Había pasado el día entero con su sombra clavada en mi piel, recordando su dominio, su cuerpo, sus órdenes.
    
    Me llevé las manos al rostro y solté un sollozo.
    —¿Qué hice…? —susurré entre lágrimas.
    Sentía que había perdido algo más que mi virginidad. Era como si se hubiera llevado también mi hombría, la poca seguridad que tenía en mí mismo. Ahora todo me ardía: la piel, la mente, el pecho. No podía escapar de su sombra, aunque ya no estuviera en la habitación.
    Cerraba los ojos y lo veía encima de mí, dominándome, obligándome a aceptar lo que nunca quise aceptar. Y aunque parte de mí había temblado de deseo, ahora solo quedaba el vacío, la vergüenza y esa sensación amarga de estar manchado por dentro.
    Me sentía humillado.
    No por él… sino por mí. Porque no lo detuve. Porque lo dejé entrar. Porque en algún rincón oscuro de mi ser lo había deseado.
    —Soy un cobarde… —me repetía, mordiendo los labios hasta hacerme daño.
    El espejo en la esquina del cuarto me devolvió una imagen que no reconocía. Ya no era yo. Era alguien ...
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