1. Confesiones de un aficionado


    Fecha: 21/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos

    ... por su cuenta y desparecieron... y nos quedamos solos Teresa y yo.
    
    Creo que fue lo mejor que nos podía haber pasado. Desde principios del año 83 en que nos reencontramos tras el paréntesis navideño, mantuvimos una verdadera y prolongada relación Amo-sumisa que duró más de cuatro años. No nos veíamos más que cuando teníamos sesión, como media un sábado al mes descontando periodos vacacionales. Entre nuestros encuentros ella debía seguir ciertas órdenes y rendía cuentas en cada ocasión en que nos reuníamos de nuevo. No voy a explicitar cual era la intensidad ni los detalles de nuestra relación, no es ese mi objeto al contaros mi experiencia, solo deciros que Teresa parecía carecer de límites y yo le daba lo que ella deseaba. Yo sabía que ella salía con un chico, compañero de la universidad. No me podía explicar cómo podía ella justificar las marcas que yo dejaba en su cuerpo. Con ella aprendí a saborear realmente lo que significaba el rol de dominador. Nuestra relación era exclusivamente sexual, ambos lo sabíamos. Cuando quedábamos un fin de semana yo la recogía en la ciudad el sábado tarde y nos íbamos directamente a la casona, a lo nuestro. Normalmente de madrugaba la devolvía a su piso. Apenas hablábamos en los trayectos. Más tarde ella ya acudía con su propio coche y nos encontrábamos allí directamente. Nunca nos vimos para otra cosa que no fuera para someterla. Para cenar yo tomaba un tentempié mientras ella comía y bebía en sus cuencos, como una perra. Cuando terminó ...
    ... la tesis en la primavera de 1987, y casi sin avisar, se fue con una beca de un año a los Estados Unidos, acompañada de su noviete. Y ahí acabó todo. Le perdí la pista... momentáneamente.
    
    Tanta abstinencia sexual entre encuentros me era indiferente, aunque por entonces yo también tonteaba con una compañera del trabajo, una mujer recién separada de edad más acorde con la mía. Esporádicamente había algo de sexo, pero nuestra confianza no era la suficiente como para confesarle mis inclinaciones A partir de la marcha de Teresa nuestra relación se intensificó bastante. Un cálido fin de semana entrado ya el verano recalamos en el parador de Sigüenza. El fresco bienestar de la noche en la terraza tras una satisfactoria tarde de sexo invitaba a sincerarnos y conocernos mejor. Estuvimos hasta la salida del sol confesándonos nuestras respectivas intimidades. Yo sentía por ella una cierta atracción sentimental pero por nada del mundo quería renunciar a mi forma de entender la sexualidad, así que si quería que nuestra relación prosperara debía contarle la verdad. Y así lo hice. Para mi sorpresa ella me confesó haber mantenido de soltera una tórrida experiencia de esa naturaleza con un hombre casado, antes de encontrar al que sería después su marido. De eso hacía ya muchos años pero con gusto decidió repetir conmigo. Así que sin comerlo ni beberlo fui de oca a oca.
    
    De nuevo la casa de mi tía se convirtió en cámara de tortura, pero esta vez las cosas funcionaron de diferente forma. ...
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