-
A sus órdenes
Fecha: 15/12/2025, Categorías: Sexo con Maduras Tus Relatos Autor: David, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
Me llamo Fede, tengo 28 años, y trabajo en una oficina de marketing en el centro de la ciudad. Soy alto, delgado pero con músculos definidos de tanto correr y hacer pesas en el gimnasio; nada espectacular, pero me mantiene en forma y con esa energía que solo la juventud te da. Soy un tipo tímido en general, no me gusta el conflicto, pero si veo una injusticia, no me callo. Y en esta oficina, injusticias hay a montones, sobre todo gracias a gente como María José. María José tiene 54 años, está casada y tiene hijos ya mayores. Es de estatura mediana, con facciones agradables y pocas arrugas para su edad; lleva unas gafas finas que le dan un aire de intelectual falsa. Su piel es muy blanca, casi pálida, y su pelo es canoso, casi blanco, sin teñir, en una melena que le llega justo por encima de los hombros. No es delgada, al contrario: tiene kilos de sobra, un vientre abultado que se nota bajo sus blusas ajustadas, y un culo gordo, caderón, que hace que sus caderas se balanceen cuando camina. Pero lo que más destaca son sus pechos: enormes, generosos y pesados, siempre dejando ver la parte superior del canalillo en blusas que no son demasiado reveladoras, pero sí lo suficiente para que se note esa piel blanca surcada por venas azules visibles, como ríos que recorren toda la masa de sus tetas. Es una jamona en toda regla, de esas que podrían atraer miradas si no fuera por su personalidad. La odio. O al menos, la odiaba al principio. Es la típica lameculos: falsa hasta la médula, ...
... experta en hacer la pelota a la supervisora, que es su amiga del alma. Se dedica a chismorrear sobre todos nosotros, contándole a la jefa cada fallo, cada retraso, cada comentario inocente que pueda usarse en contra. Y conmigo, peor: tenemos similar antigüedad en la empresa, así que me ve como un rival. Me ha jodido más de una vez, inventando historias o exagerando mis errores para que la jefa me llamara la atención. Los compañeros la llaman “la chuchilla de la jefa” a sus espaldas, porque es como un cuchillo que clava por la espalda para complacer a su superior. A mí no me despierta ninguna simpatía, y creo que el sentimiento es mutuo. En las reuniones, me mira con esa sonrisa fingida, pero sé que por dentro me desea lo peor. Recuerdo una mañana típica antes de que todo cambiara. Era un lunes, el oficina bullía con el zumbido de teclados y conversaciones apagadas. Yo llegaba con mi café en la mano, revisando emails, cuando vi a María José inclinada sobre el escritorio de la supervisora, susurrando algo con esa voz melosa. Sus tetas pesadas se apoyaban en la mesa, el canalillo blanco y venoso asomando más de lo habitual por el escote de su blusa azul. La jefa reía, y yo sabía que estaban hablando de alguien; probablemente de mí, porque el día anterior había llegado cinco minutos tarde por un atasco. “Fede, ¿todo bien?”, me dijo la jefa cuando pasé por delante, con esa mirada de advertencia. María José se giró, ajustándose las gafas, y me sonrió como si fuéramos amigos. “Sí, ...