1. A sus órdenes


    Fecha: 15/12/2025, Categorías: Sexo con Maduras Tus Relatos Autor: David, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... estupendo. Si alguna vez necesitas… desahogarte, estoy para ti. Cualquier cosa”. Sus tetas pesadas se movían con su respiración, las venas visibles como un mapa erótico en su piel blanca. Empecé a notar su cuerpo de otra forma: ese culo gordo que imaginaba bajo la falda, su sumisión que me excitaba a pesar del desprecio pasado.
    Todo empezó una tarde tarde en la oficina, cuando todos se habían ido menos nosotros. Yo estaba estresado en mi despacho, revisando un deadline que se me echaba encima por un error en los datos que un proveedor nos había mandado mal. María José entró con una excusa de papeles pendientes, y me vio con la cabeza entre las manos. “Fede, ¿qué pasa? Pareces agobiado”, preguntó con esa voz fingidamente preocupada, ajustándose las gafas mientras su canalillo blanco se asomaba un poco más. Le conté el problema brevemente: “Es este proveedor, nos han jodido los números y ahora tengo que rehacer todo antes de mañana”. Ella asintió, inclinándose sobre el escritorio, sus tetas pesadas presionando contra la madera. “Pobre jefe, si necesitas desahogarte de cualquier forma… ya sabes, estoy para lo que haga falta”. Hizo su insinuación habitual con una sonrisa pícara y salió del despacho, su culo gordo balanceándose bajo la falda. Me quedé allí, excitado de repente por esa sumisión, mi polla endureciéndose en los pantalones. No pude resistirme: salí tras ella, fui a su mesa vacía en la oficina desierta, y le acaricié el hombro desde atrás, agradeciéndole su interés: ...
    ... “Gracias por preocuparte, María José”. Ella se giró, vio el bulto evidente en mi entrepierna, y sus ojos brillaron tras las gafas. Sin decir nada, se levantó, me cogió de la mano con firmeza, y me llevó al baño unisex del fondo. “Déjame aliviarte, jefe”, murmuró, cerrando la puerta. Se arrodilló, torpe pero decidida, sacándome la polla dura de los pantalones. Su mano regordeta, con uñas pintadas, empezó a masturbarme con movimientos expertos, lentos al principio, luego más rápidos. “Así, jefe, déjame servirte”. Eyaculé en su mano, jadeando, mientras ella sonreía, limpiándose con un pañuelo. “Cualquier cosa, Fede”.
    Se convirtió en un ritual. Pequeños “trabajos” en el baño o en mi despacho después de horas: siempre vestida, sin ir más allá de pajas. Una vez, la hice sentarse en mi regazo mientras me masturbaba, sintiendo su culo gordo presionando contra mí. “Buena chica, María José. Mi chuchilla personal ahora”. Ella reía, excitada: “Sí, jefe, tu chuchilla para lo que quieras”. Ganó mi confianza poco a poco; era eficiente, cubría mis errores, y esos encuentros me desahogaban.
    La ascendí a asistente personal. “Te necesito cerca”, le dije. Ella aceptó encantada, su pelo blanco cayéndole sobre los hombros mientras asentía. Empezamos a viajar por negocios: conferencias, reuniones en otras ciudades. Al principio, habitaciones separadas, pero en uno de esos viajes, lo planeé todo.
    Era un congreso en Barcelona. Reservé una suite nupcial en el hotel de lujo, fingiendo un error de ...