1. MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 1


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    Este relato es completamente pervertido, una mezcla de múltiples fetiches, castigos y humillaciones. No me gustan los tabúes, y por eso advierto que contiene castigos duros e incluso escatología. Esta historia no pretende ser realista, aunque hay un refrán que dice que la realidad supera la ficción.
    Mi vida siempre transcurrió en un ambiente femenino, bajo el mismo techo que mi madre y mi abuela. No era una convivencia fácil, especialmente con la figura omnipresente de mi abuela. Mi madre se pasaba el día trabajando fuera, y su presencia en casa se había convertido en un fantasma cansado que llegaba a casa cuando el sol ya se había ido por completo. La veía cada vez menos, y con el agotamiento grabado en su rostro, lo último que deseaba era discutir conmigo o preocuparse por mis travesuras; simplemente no le quedaban fuerzas. Así que el día a día, el cuidado de la casa y de mí, recaía por completo en los hombros de mi abuela.
     Al principio, cuando aún era un niño, las cosas eran relativamente simples. Su mundo funcionaba bajo una ley de hierro: la obediencia.  Yo obedecía en todo a la abuela. Sabía que cualquier desvío del camino marcado por ella acababa de la misma manera: con los pantalones bajados, me colocaba bocabajo sobre su regazo y me azotaba con sus guantes de goma. Sí, con  guantes de goma enfundados en sus manos, ahora explicaré este suceso tan extraño. El dolor era rápido, la lección era clara y el orden se restablecía.
    Pero el problema llegó cuando empecé a ...
    ... crecer. Mi cuerpo se estiró, mi voz se hizo más grave y, con ello, nació en mí una necesidad de libertad que chocaban frontalmente contra sus reglas. Empecé a salir con amigos, a descubrir las noches, a volver a casa cuando la luna ya se escondía dando lugar al sol, con el olor a bar y a licor impregnando mi ropa. Poco a poco, me convertí en un verdadero gamberro, y su método de corrección ya no funcionaba. Ya no era un niño, ahora era un joven que no transitaba buenas compañías. 
    Empezó a surgir un odio entre nosotros, cada uno a su manera. Entre una abuela y su nieto no debía haber odio, esa era la ley de vida, pero con los años, lo empezó a haber. Ya no podía darme unos azotes en el culo como lo hacía antes, no solo porque yo era ya casi un hombre, sino porque un castigo así parecía ridículo e ineficaz. Así que su furia encontró otro cauce: el regaño constante, la crítica aguda, la mirada de desaprobación que me seguía por toda la casa. Poco a poco, ese sentimiento oscuro y amargo fue creciendo. 
    Intentábamos evitarnos cuanto podíamos, aunque era imposible, porque siempre estaba ella, al acecho, lista para reprocharme mi holgazanería o mi llegada a casa de madrugada. Cada día que pasaba, las discusiones entre mi abuela y yo se volvían más frecuentes y más virulentas. Había llegado un momento en que la tensión en casa era tan densa que se podía cortar con un cuchillo; la situación se había vuelto simplemente insostenible.
     No soportaba llegar a casa y encontrar a mi abuela ...
«1234...11»