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MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 1
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... allí, vestida con su bata siempre abierta, dejando ver el camisón que intentaba en vano cubrir su enorme cuerpo. Mi abuela era gorda y voluptuosa, pesaba más de 100 kilos de peso seguro. Tenía un culo enorme, un estómago ancho que sobresalía y unos pechos que no cabían bajo su camisón. Su edad solo Dios lo sabe; perdí la cuenta cuando tenía 60 años, ahora podría tener 70 o quién sabe. Una vieja gorda y resentida. Pero no os equivoquéis, no era ninguna anciana impedida. Tenía una agilidad asombrosa y no paraba de ir de un lado a otro de la casa constantemente, siempre con sus guantes de goma largos de fregar enfundados. Ella tenía una obsesión enfermiza con los guantes de goma, siempre los llevaba puestos. Yo empecé a odiar tanto a mi abuela como a sus guantes. Los veía en todo momento, agarrando trapos húmedos con sus guantes, fregando el suelo de la cocina arrodillada, dejando un charco de agua jabonosa que luego secaba con el mismo guante. Los usaba para todo, hasta para sacar la basura, y el olor que desprendían era una mezcla asquerosa de jabón barato, grasa vieja y algo más, un olor dulzón y ácido a la vez que me revolvía el estómago. Aquellos guantes, de un color amarillo original, estaban ahora permanentemente teñidos de marrón y naranja grasiento por tanto uso, por fregar cazuelas llenas de grasa e incluso el retrete, metiendo los mismos guantes dentro sin el menor asco. Dejaban un rastro a goma rancia y a suciedad por donde pasaba, un olor que se me pegaba a la ...
... ropa y a mi nariz si estaba cerca demasiado tiempo cerca de ella Otra de las cosas que odiaba de la abuela era su carácter. Era muy dominante: había que hacer lo que ella ordenase, cuando lo ordenase y como ella decía. Cuando era pequeño, si no obedecía lo solucionaba como os he contado, tumbándome en su regazo. Pero ahora se desesperaba al ver que no obedecía. A veces, en un arrebato de furia, se sentaba en una silla de la cocina, se subía el camisón dejando al descubierto sus enormes muslos y las bragas blancas que ceñían su carne, y con la mano enguantada me indicaba que me colocara en sus rodillas. Yo le hacía un ademán irrespetuoso y le decía que se fuera a la mierda. Ella se quedaba allí sentada, completamente furiosa, mirándome con los ojos llenos de rabia, comprobando cómo sus métodos ya no funcionaban y cómo me había convertido en un verdadero sinvergüenza. Cuando mi madre llegaba a casa cansada del trabajo, mi abuela le contaba mi comportamiento, pero mi madre apenas reaccionaba. Me miraba y me decía, con una voz sin fuerzas, que no debía enfadar a la abuela. La abuela se enfadaba aún más y le recriminaba a mi madre que si eso era todo lo que iba a hacer. Mi madre se limitaba a decir que ya era un hombre y que no podía hacer nada. Entonces yo me burlaba de la abuela Remedios, con una sonrisa de superioridad. Una vez, viendo que mi madre ni siquiera me regañaba, ella se acercó a mí y, con una voz cargada de un odio helado, me dijo: "Te aseguro que un día vas a ...