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MI ABUELA REMEDIOS LA DOMINATRIX Y YO SU ESTUPIDO ESCLAVO, PARTE 1
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: scatgummi, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... de metal macizo. Lo encontró, y al tocarlo supo que era perfecto. Era un collar de perro grande, de esos para razas poderosas, y la idea de que aquello fuera a rodear un cuello humano le produjo una satisfacción secreta. Su parada final fue la más oscura. En una callejuela apartada, casi escondida, se encontraba una de esas tiendas para adultos que solo los pervertidos conocían. Entró sin vacilar, con la misma naturalidad con que hubiera entrado en una panadería. Allí, sobre un mostrador de terciopelo rojo descolorido, le pidió al dependiente, un hombre pálido con mirada evasiva, unas esposas de metal. El hombre, tras un momento de duda, le tendió unas casi de juguete, cubiertas de falso terciopelo. La abuela las miró con desprecio y dijo que no buscaba eso. Ya casi iba a marcharse, frustrada, cuando el dependiente, bajando la voz como si le confiara un secreto, sacó de un lugar escondido debajo del mostrador unas esposas de metal de verdad, pesadas y sin adornos. El precio era mucho mayor. El vendedor le advirtió que tuviera cuidado, porque aquellas esposas hacían daño de verdad si se apretaban demasiado. Mi abuela sonrió, una sonrisa fría y satisfecha, y dijo que eran perfectas. Las agarró, pagó sin chistar y las guardó en su bolsa. La abuela Remedios esperó a que la noche se cerrara como una tumba, a que el respirar profundo y regular de mi madre desde su habitación confirmara que estaba perdida en el sueño. Entonces, se acercó sigilosamente a mi puerta y escuchó. Al ...
... oír mi propia respiración tranquila, supo que el momento había llegado. El plan se ponía en marcha. Se dirigió a mi habitación con la bolsa negra que contenía las herramientas de su venganza. Antes de cruzar el umbral, se quitó las zapatillas cómodas que siempre llevaba. Descalza, solo con sus medias negras, avanzó por el suelo frio como una sombra, sin hacer el más mínimo ruido, hasta llegar a mi cama. Sacó de su bolsillo a sus aliados inseparables: los guantes de goma mugrientos. En mi profundo sueño, creí escuchar el sonido húmedo y pegajoso de la goma estirándose mientras se los enfundaba en sus brazos gruesos. Los guantes le quedaban muy estrechos y apretados, la goma tensa sobre su piel parecía que iba a reventar en cualquier momento. Luego escuché el chasquido final y siniestro cuando la goma de sujeción se ajustó firmemente a la altura de su codo. La abuela metió sus manos ya enguantadas por debajo de su camisón, entre su bata, y se bajó sus enormes bragas blancas. Al agarrarlas, ella misma giró la nariz por el mal olor, pero una sonrisa cruel se dibujó en su rostro; era parte de su plan, y durante el día se había asegurado de prepararlas adecuadamente. Agarró las esposas, la cinta y la cuerda y las dejó preparadas sobre mi cama, al alcance de su mano. Respiró hondo, un aire que olía a determinación y a venganza, y se abalanzó sobre mí. Se sentó a horcajadas sobre mi espalda. Dormía bocabajo y sentí un peso aplastante que me arrancó del sueño. Abrí los ojos y por ...