1. La sumisión de tía Viviana


    Fecha: 24/03/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    La tarde más demencial de mi vida fue en la primavera del dos mil diez. Estaba solo en mi casa, mis padres se habían ido a unas minivacaciones a Brasil. Yo había terminado la escuela el año anterior, y todavía no había logrado conseguir trabajo, por lo que estaba muy aburrido, sin nada que hacer. Recuerdo que ese día en particular hacía un clima muy agradable, tenía las ventanas abiertas y entraba una brisa deliciosa. Afuera, el pequeño jardín de mamá florecía con un montón de colores. Era una tarde ideal para salir a pasear, pero yo prefería quedarme atrincherado en mi casa, y el motivo era muy simple: mi tía Viviana llegaría en cualquier momento, y yo quería estar ahí para recibirla.
    
    Tía Viviana era mi obsesión desde que comencé a sentir atracción por el sexo opuesto. De chico la veía un par de veces al año, en reuniones familiares. Su presencia era un espectáculo para los ojos, en medio de tantos tíos viejos y tías gordas. Era de piel blanca, y pelo negro lacio, ojos verdes, y cuerpo de vedette, con apenas unos quilos de más. Muchas veces tuve sueños lujuriosos con ella, y me desperté con el bóxer empapado de semen.
    
    Decir que era inalcanzable es poco. No sólo era extremadamente hermosa, sino que me llevaba doce años, y como me conocía de chico, siempre me trataba como a un bebé. Además, era una mujer prohibida, ya que era la cuñada de mamá, y aunque no teníamos lazos sanguíneos, los imperativos sociales harían que cualquier relación entre nosotros fuese vista con ...
    ... malos ojos. Pero esta última certeza, lejos de espantarme me producía más morbo, y hacía que mi deseo se convierta en una obsesión.
    
    Un par de meses antes de la tarde de la que trata este relato, tía Viviana se mudó al barrio de mi familia, por lo que comencé a verla con más regularidad. Día por medio venía a cenar con Gastón, el hermano de mamá. No tengo nada en contra de mi tío, pero nunca entendí cómo un minón como Viviana fue a darle bola a un mojigato barrigón como él. Para colmo, ella siempre se mostraba muy cariñosa con su marido. A pesar de haberse casado con él a los veinte años, seguía viéndolo con una admiración y cariño que me daban celos. Por otra parte, a pesar de que yo ya contaba con dieciocho años, me seguía tratando como a un niño. Es cierto que disfrutaba mucho de sus besos sorpresivos en la mejilla, o de sus abrazos efusivos (donde aprovechaba para sentir sus tetas) cuando no me veía por tres o cuatro días, pero yo en realidad quería que esos besos apunten a mis labios y quería sentir las partes íntimas de su cuerpo con total libertad, y no de manera casual.
    
    Esa tarde estaba tirado en la cama, viendo una película a la que no prestaba la menor atención. Mi cabeza elucubraba una idea por demás siniestra. En esos tiempos salían en los noticieros muchos casos relacionadas con una droga que llamaban “Burundanga”. Esta droga, que se podía ingerir vía oral o vía inhaladora, era capaz de anular la voluntad de quienes la consumían, ya que al hacerlo la víctima ...
«1234...8»