1. La sumisión de tía Viviana


    Fecha: 24/03/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... dispuesto a tolerar era a seguir soportando la terrible calentura que sentía por ella.
    
    —Esperá tía, te llevo la bolsa. —Dije, corriendo hacia ella.
    
    —No hace falta mi amor… —Me dijo, pero yo ya le quitaba la bolsa de la mano.
    
    —Qué lindo está el día. —Dijo, mientras iba sacando la ropa de la bolsa. —Deberías salir a disfrutar.
    
    —Por hoy prefiero estar en casa.
    
    —Bueno, igual tenés toda la primavera para salir.
    
    Estuvimos conversando en el lavadero, mientras ella iba poniendo la ropa adentro del lavarropas. Cuando presionaba los botones para programar el lavado, pareció estar muy concentrada en su tarea, así que aproveché para comérmela con la mirada. Su cintura delgada hacía que su cuerpo esté formado por curvas increíblemente sinuosas. Me detuve en ella, y recorrí la piel blanca de su espalda, llena de lunares, y me detuve especialmente en sus nalgas escandalosamentes voluptuosas, dignas de ser exhibidas en televisión.
    
    —¿Todo bien? —Me preguntó, dándose vuelta, enganchándome con las manos en la masa.
    
    —Sí, todo bien. —Dije, haciéndome el tonto.
    
    Ella me siguió conversando. Si se había incomodado por mi mirada libidinosa no lo demostró. Yo estaba más callado que de costumbre, ya que por mi cabeza pasaban miles de fantasías y un montón de incertidumbres. Las fantasías consistían en imaginar todas las formas en que me hubiese gustado poseer a tía Viviana; mientras que la incertidumbre tenía que ver con la desconfianza hacia mí mismo: ¿Me animaría a darle de ...
    ... tomar la droga? ¿Podría hacerlo sin que ella se dé cuenta? ¿La sustancia daría resultado?
    
    Para responder definitivamente a la primera pregunta, y así dejar al menos esa duda de lado, le ofrecí a Tía Viviana algo para tomar.
    
    — No Carlitos, gracias. —me respondió para mi sorpresa.
    
    ¿Acaso ahí terminaban mis fantasías? ¿Se había dado cuenta de mi ansiedad y había sospechado algo? ¿O simplemente no tenía sed ni calor? ¿Acaso era una señal del destino que me instaba a retroceder en mi plan macabro?
    
    Decidí que debía hacer un intento más. Si nuevamente se rehusaba me daría por vencido. Las cosas sucedían por algo, de eso estaba seguro.
    
    Pero en lugar de ofrecerle de nuevo algo para beber, fui directamente a la cocina. Abrí la heladera, saqué una botella de coca fría. Serví un vaso lleno. Saqué el frasquito de mi bolcillo, y con las manos transpiradas y temblorosas, vertí el contenido en la gaseosa.
    
    Visiblemente no había manera de percibir que la bebida estaba adulterada, pero por las dudas la revolví un poco con una cuchara. Ya estaba hecho, había jugado mi as de espadas, sólo quedaba ver si mi tía perdía en esa jugada.
    
    —Tomá tía, hace mucho calor. —le ofrecí.
    
    —¡Pero que caballero! —dijo. Inmediatamente sentí que mi corazón empezaba a acelerarse.— Pero estoy a dieta, no puedo tomar eso. — agregó después, encogiéndose de hombros.
    
    No había nada que hacer. Toda la burundanga que tenía estaba en ese vaso, y no sabía cuándo conseguiría más. Ni siquiera sabía si ...
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