-
La maravillosa experiencia con mi hijo
Fecha: 28/03/2019, Categorías: Incesto Autor: Libra, Fuente: CuentoRelatos
Bueno lo principal ocurrió hace unos siete años cuando yo rondaba los cuarenta y a él no le faltaba mucho para cumplir los diecinueve años. Aunque me remontaré un poco más atrás en el tiempo para hacernos una mejor idea. Me casé bastante joven por embarazo del que nació un niño que llamaré Mario. Todo marchaba entonces muy bien entre mi marido y yo. Al cabo de cinco años volví a quedarme embarazada, pero tuve problemas, el embarazo no pudo seguir adelante y los médicos me dijeron que ya no podría tener más hijos. Yo me consolé con el que ya tenía, pues era una bendición de niño, pero mi marido a raíz de eso empezó a salir bastante de casa, a llegar tarde, muchas veces bebido y sobre todo a jugarse el dinero. La relación se fue deteriorando cada vez más y tras muchos “ultimátum” seguidos de promesas de cambiar, que nunca se cumplían, decidí cortar, coger a mi niño, que por entonces tenía siete años, y marcharme a vivir a otro piso lejos de mi ya ex-marido. Por cierto que a él no le afectó lo más mínimo. A mí en cambio se me cayó el mundo encima, en una zona nueva, en una casa nueva, solos mi hijo y yo, pasé unos primeros meses muy agobiada, pues todo me preocupaba, todo me asustaba. La disposición de la casa que tenía la habitación principal separada del otro dormitorio por un largo pasillo, con el baño, el salón y la cocina entre las dos habitaciones, hizo que en vez de acostar al niño en aquel lejano cuarto lo empecé a acostar conmigo, pues me daba miedo no ...
... tenerlo cerca de noche por si me llamaba o le ocurría algo. Así fueron pasando los años sin nada de particular, salvo que seguíamos pasando las noches juntos, pues a él nunca se le ocurrió irse a su cuarto, ni yo tuve el valor de pedirle que se fuera. Me encontraba segura y protegida por mi hombrecito cada vez más mayor, pero que yo trataba como un niño al que bañaba y vestía cada día, cosa que se prolongó por lo menos que tuvo los trece o catorce años, y eso porque a esas alturas ya me negué, ya que a mí me daba un poco de corte ver cómo le iba creciendo el aparatito y se iba haciendo un hombre, pero él ni se inmutaba por mi presencia como cuando era pequeño. De lo que no pude librarme nunca era de enjabonarle y secarle la espalda cada vez que se duchaba y sobre todo lavarle la cabeza, ya que casi siempre solía tener el pelo bastante largo y él decía que no se apañaba. Después de que estaba un buen rato en la bañera o bajo la ducha, oía la típica frase: –¡Mamá ven! –Ya voy –le contestaba presurosa dejando cualquier cosa que tuviera entre manos. Pero él continuaba tan tranquilo en pelota picada, y aunque yo le dijera: –Tápate un poco. –él no me hacía ni caso. Así que ya terminé por acostumbrarme y no decirle nada. Al fin y al cabo bien visto lo tenía de arriba abajo, y por otra parte nadie iba a llegar para verlo así. Yo por mi parte me cuidaba de que a mí no me viera desnuda, aunque no me ocultaba al ponerme el pijama, si acaso, me daba un poco la ...