1. El semental de confianza


    Fecha: 28/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... lo pasó a la de ella. Se besaron de nuevo. No parecía haber alivio a su constante calentura.
    
    Ana subió a su automóvil y se retocó los labios antes de partir, se observaba en el espejo de la visera y se retocó un poco su maquillaje, tratando de notar cualquier daño que hubiera hecho Ramón con su pene. El albañil solo la observaba, hasta que se fue.
    
    En el trayecto a casa de sus padres, Ana pensaba la insinuación a manera de broma que su esposo hizo sobre ella teniendo relaciones con Ramón cuando le confesó que andaba muy caliente. Supuestamente su gran amigo Pedro Juan con quien había tenido sexo casual recién casada no había comentado nada, pero eran tan amigos y tomaban tanto alcohol juntos, que no descarto la posibilidad de que Eduardo supiera de su gran secreto.
    
    ¿Sería Eduardo de ese tipo de personas a las que les gusta saber o ver a su esposa con otro? La excitó un momento al pensar en la posibilidad. Luego se puso a pensar en que Ramón la pudiera haber embarazado.
    
    Tenía menos de dos semanas para ir a Canadá con su esposo a que la inseminara y poder salvar su matrimonio, aunque si era hombre, prieto y vergón quizá despertara sospechas.
    
    Estaba tan poseída por Ramón que no le importaba mucho si la había embarazado. No sentía angustia sino placer. Sentía aún en su boca el sabor del semen del albañil que por primera vez lo había logrado tragar en su totalidad.
    
    Ana regresó poco después de las tres de la tarde.
    
    Su acostumbrado “hola” fue el saludo a su ...
    ... amante. “¿Cómo la hiciste para sobrevivir sin mis nalgas?”, dijo sensualmente ella al besar al sudado albañil.
    
    “Mmm…”, expresó ella, “me trastorna ese olor a hombre sudado que tienes”.
    
    Ramón la abrazó, metió sus manos en sus nalgas por dentro de su pantalón. Ella subió sus piernas y se trenzó en los muslos del albañil. Ramón la tomó por debajo de las nalgas y, sin separar sus bocas, la llevó a la recámara principal.
    
    Como si fuera la primera vez en mucho tiempo, Ramón la empezó a desvestir, arrancando los botones de su blusa y forzando su pantalón para bajarlo sin aflojarlo.
    
    “¡Calma semental!”, le dijo ella. “¡Eres un animal!”, dijo ella. “Esta mañana me rompiste un brassiere y ahora mi blusa”. “¿Qué tendré que andar desnuda cuando estés cerca?”, preguntó con su sensual voz. “Eres una bestia caliente”, agregó Ana, al tiempo que empezó a aflojar sus jeans.
    
    Ana se recostó en la cama, Ramón sobre ella, besándola ardientemente.
    
    “¿Cogemos a la antigüita o vas a empezar con tus locuras?”, dijo él.
    
    “Tu métemela y veremos qué pasa”, contesto la caliente y bella señora.
    
    El pene de Ramón ganó su legendaria erección ya dentro de ella. Cuando se lo metió no estaba en su máxima dureza. Sentirlo inflarse dentro de ella, le arrancó sus escandalosos jadeos que hacían comparsa con los del albañil a medida bombeaba su vagina.
    
    Ana le arañó la espalda mientras él mordía su cara y la lamía, enloquecida.
    
    “¡Que rico me estás cogiendo!”, suspiró ella, ¡Eduardo no me puede ...
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