1. Mi prima, una morena llamada María


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Miércoles 29 de septiembre de 1971. Sobre la media noche.
    
    Bajo las luces del campo de la fiesta de una aldea gallega, y entre bombas, el vocalista de la orquesta Cortegada cantaba Gwendolyn. Yo tenía dieciocho años y estaba bailando el agarrado con mi prima María, que había venido de vacaciones de Madrid. Era una chavala morena de pelo marrón y largo, ojazos azules, sin rímel, delgada, con un culazo, labios gruesos, sin carmín, que al mirarlos ya daban ganas de comerle la boca. Tenía su pierna derecha metida entre las mías y sus brazos alrededor de mi cuello. Sus tetas, esponjosas y grandes, para sus dieciocho años, se aplastaban contra mi pecho. Yo tenía mis manos en su cintura. Mi polla se puso dura y como éramos de la misma estatura, al frotarse con su chochito, cuando ella se movía, no paraba de latir. Pensé que acabaría por separar su cuerpo del mío, pero lo que acabó haciendo fue quitar las manos de mi cuello, ponerlas sobre mi culo y apretarlo contra ella para sentir mejor los latidos de mi polla. Su cabello olía a champú de huevo y su cuerpo a desodorante Rexona y polvos de talco. Estábamos con las caras juntas, mejilla con mejilla. Yo rodeaba su cuello con mis brazos y tenía la cara ardiendo, ella aún la tenía más caliente que la mía.
    
    La orquesta vio que todo el mundo estaba acaramelado y siguió con un popurrí de canciones, la primera fue Dalila.
    
    El campo de la fiesta estaba petado y casi no nos movíamos del sitio. María giró su cara y las comisuras de ...
    ... nuestros labios se rozaron. Mi polla soltó más aguadilla. En mi pantalón vaquero salió un lamparón. Unas cuantas canciones más tarde, y cantando el vocalista La Vida Sigue Igual, María, comenzó a apretar mi culo contra ella, cada vez más y más, y cuanto más apretaba más se frotaba. De repente dejó de moverse. Su cuerpo se puso tenso y con la voz más dulce que había escuchado en mi corta vida, me susurró al oído:
    
    -Me corro. Quique.
    
    ¡Puuuuf! Al posar su cara en mi hombro, sentir sus dulces gemidos y su cuerpo temblar, me corrí dejando mis calzoncillos para tirar.
    
    Al acabar de correrse, con la cabeza baja, me dijo:
    
    -Quiero ir para casa. Ya es muy tarde.
    
    -Vamos.
    
    Al salir del campo de la fiesta nos metimos en un camino en el que los palos de la luz tenían las bombillas fundidas. En la completa oscuridad, la arrimé a un muro cubierto de enredaderas. La quise besar y me hizo la cobra. Mi polla se puso tiesa al momento. Le quise meter una mano dentro de las bragas. María me la cogió, y me dijo:
    
    -No, Quique. Tengo novio.
    
    Sus palabras no me detuvieron.
    
    -Está muy lejos, no se va a enterar.
    
    Intenté besarla de nuevo y me volvió a hacer la cobra.
    
    -No quiero hacerlo.
    
    Vimos a lo lejos la luz de una linterna. Venía hacia nosotros. Echamos a andar. El de la linterna era mi tío Genaro, el padre de María, que al vernos le dijo a su hija:
    
    -¡Te dije a las doce en casa!
    
    María se hizo la sorprendida.
    
    -¡¿Ya son las doce?! El tiempo se me fue volando.
    
    Tuvimos ...
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