La roja, la rojita y la chochona
Fecha: 18/04/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... echó sobre la cama. Yo le comí una teta y Luisiño le comió la otra, se las comimos cómo sabíamos, y la verdad es que mordíamos más que comíamos.
Después le llevamos las pollas a la boca y las volvió a mamar. Ella se estaba tocando el coño... Mas tarde, mientras Luisiño le comía una teta, le pasé el capullo mojado por el pezón de la otra teta. Luisiño, me cogió la polla y la metió en la boca. Le dije:
-¡Serás maricón!
La Roja, me dijo:
-Déjame ver cómo te la chupa, sé bueno.
Había que darle el capricho... El caso fue que le había dado una uña y agarró un dedo. La Roja, cogió mi polla con su mano y se la metió y sacó de la boca a Luisiño.
Se puso tan, tan cachonda, que se echó encima de Luisiño dándole la espalda, se acercó la polla al ojete, y Lusiño se la clavó. Su coño estaba abierto y mojado. Mi polla latía y se moría por mojar. Me eché encima de la Roja y la empitoné... ¡Cómo gemía la condenada sintiendo cómo las dos pollas entraban y salían de su culo y de su coño!
Era de orgasmo fácil, ya que ni cinco minutos tardó en decir.
-¡Me voy a morir de gusto! ¡¡Me mueeeeeeero!!
Se comenzó a correr gritando como una loca sin medicación. De su coño salían jugos a presión. Le tapé la boca con una mano y me metió un mordisco que casi me la arranca, pero por lo menos no la oyeron los vecinos. Acabó con el coño y el culo llenos de leche, pagando las quinientas pesetas y más contenta que un cuco en primavera.
LA ROJITA
Ninguno de los tres la vimos, ...
... pero Casildiña, la Rojita, la hija de la Roja, nos había espiado mientras follábamos a su madre y se había hecho un dedo.
Lo supimos al día siguiente, por la tarde. Estábamos Luisiño y yo comiendo dos bocadillos de jamón (para los pobres como yo era artículo de lujo) en el monte, sentados sobre una piedra cuando vimos llegar a la Rojita con una botella de vino blanco castilla en la mano derecha... El castilla era un vino peleón muy falso... Al llegar a nuestra altura, sin decir palabra, nos quitó los bocadillos, se sentó sobre la hierba y comenzó a comer el mío, del que ya comiera yo más de la mitad. Luisiño y yo nos miramos con cara de asombro. Fueron unos segundos de desconcierto. ¿Qué coño estaba pasando? Luisiño, le dijo:
-Me da igual que seas una chica ¡Te voy a meter una hostia que no te va a quedar boca para comer!
La Rojita era una chavala de nuestra edad, guapa como un ángel, delgada como una aguja y plana cómo una plancha. Levantó la cabeza, y le dijo:
-Podrías hacerlo, lo que no sé es que le dirás a mi padre cuando vaya a por ti por haber jodido a mi madre y pegarme a mí.
El primer negocio que habíamos hecho había salio rematadamente mal. Luisiño quiso hacer mutis por el campo, y yo detrás de él, pero la Rojita no estaba con esas.
-¡No os mováis! Os tengo que castigar por haber follado a mi madre.
Obedecimos. Poco nos podía hacer aquella menudencia. Sentados en la roca vimos cómo daba cuenta de los bocadillos, cómo echaba otro trago largo de ...