1. El oro nos gusta a todos


    Fecha: 22/04/2019, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    ... desapercibida.
    
    —Tú, la viuda, eres más joven y distinta a estasbuenorras de silicona, ¿qué haces en esta casa?
    
    —Mi hermano y yo somos decoradores —me señala con la mano— están pensando en hacer obra aquí en la planta baja e íbamos a hablar de ello
    
    La contestación me gusta, espero que no indaguen más.
    
    Vuelve a sonar el teléfono móvil de uno de los ladrones y tras breve conversación en voz inaudible para mí, se reúnen los tres para hablar largamente y airadamente entre ellos. No parecen ponerse de acuerdo sobre lo que van a hacer, de manera que el que los dirige parece obligar a uno de ellos, alto, fuerte y muy grande, a cambiar de opinión.
    
    Rápidamente atan a la espalda las manos de todos nosotros —excepto la dueña de la casa— con cinta plástica, tapan nuestras bocas con una tira de la misma cinta y nos dejan apoyados en la pared, separados hombres y mujeres.
    
    —Acompaña a esa zorra a la cocina y que nos prepare una buena cena. Los demás, tranquilos y calladitos en donde estáis o vais a saber lo que es dolor. No está el horno para bollos
    
    Minutos después ya hay varias bandejas de gambas, cigalas, ostras, jamón, embutidos, patés, varias carnes asadas, frutas, sobre la mesa grande del salón.
    
    —No os cuidáis mal, cabrones. ¿Así cogéis fuerzas para vuestras orgías?
    
    Los tres hombres llevan largo rato comiendo y bebiendo en un ambiente alegre pero tenso. Reciben una nueva llamada telefónica y charlan en voz muy baja, se pone de manifiesto que hay dos ...
    ... opiniones distintas y el jefe vuelve a imponer su criterio, no sin discusión.
    
    —Valeriano también nos invita acocade la de su caja fuerte, seguro que tiene un camello de categoría, eh
    
    Los tres ladrones se sientan en un sofá y aspiran unos tiritos de polvo pardo blanquecino. Parecen tranquilizarse un poco, hacen algún chiste y el más alto sonríe al decir:
    
    —Ven aquí, mujer de Valeriano, ponnos cachondos al moreno y a mí. Alrubito, no, que es maricón y tiene que vigilar
    
    Los dos hombres se han desnudado del todo, aunque siguen con el pasamontañas negro que les tapa la cara. Camino, esposa del constructor, está nerviosa, llorosa y poco hábil en la excitación, según el parecer de uno de los hombres —alto, grande, fuerte, musculado, moreno de pelo y piel, con una polla muy larga— que sin decir nada de nada le suelta dos bofetadas tremendas que resuenan en el salón como dos truenos.
    
    —Puta, estate por la faena o te rajo esas tetas de silicona que te has puesto
    
    Mano de santo. La mujer parece reaccionar, situada de rodillas en medio de ambos hombres no para de acariciar, tocar, besar, lamer, chupar, mamar a derecha e izquierda, arriba y abajo. El hombre moreno tiene un pollón que parece de película porno: largo, grueso, negruzco, recto, como una barra de salchichón. Está claro que le gusta hacer daño, aprieta las tetas de Camino con fuerza, las pellizca, estira los pezones, le clava las uñas, y con cada queja o gesto de dolor de la hembra su polla parece que crece un poco más, ...
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