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Ana 6: desencadenada (Parte 3)
Fecha: 25/04/2019, Categorías: Gays Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... subte le convenía viajar así. Desde que salió de la estación Los Incas, para caminar las cuatro cuadras para llegar a casa, un tipo comenzó a seguirla. Ya estaba acostumbrada a eso, así como también a los piropos subidos de tono que le gritaban todos los días, pero de todas formas sintió un poco de miedo, y apuró el paso. —Que inda sos mamita. — dijo el acosador. Le dio algo de gracia. ¿Acaso el tipo pensaba que ella le respondería?, o más aún ¿creía que en ese encuentro fortuito había posibilidades de tener sexo casual? — ¡ay que lindas burras! — dice el tipo. Los hombres son tan imbéciles, piensa ella. El hombre la sigue, pisándole los talones. Ella casi trota a pesar de estar usando tacos. Las cuatro cuadras se le hacen eternas. Cuando por fin llega a su edificio, ve con alivio que Federico se encuentra en su puesto. —Ese estúpido me está persiguiendo. — le dice, agitada. El acosador sigue de largo y se borra de la vista de ambos. —¿estás bien? — pregunta él. —Si, gracias, me salvaste. No sé qué hubiese pasado si no había nadie acá cuidando. —Bueno, no hice nada. — le contesta él.— no te preocupes, boludos como él hay en todas partes, no hacen nada más allá de molestar. —Bueno. Igual gracias de nuevo. — dice ella, pensando que Federico no conoce a los hombres tan bien como ella. — ¿te tenés que quedar toda la noche acá? — pregunta, cambiando de tema. —Si, hasta las siete de mañana. —Uy pobre — intenta empatizar ella. — bueno, si necesitás algo, ...
... tócame el timbre. Voy a estar desvelándome con Netflix. —Jaja bueno, gracias. — responde él. Federico no le tocó el timbre, pero ella si a él. Le habían traído la ropa de la lavandería mientras no estaba, y la dejaron en portería. Cuando llegó asustada por el acosador, se olvidó por completo de que tenía que llevarse la bolsa. Mejor para ella, tenía la excusa ideal para recibir una visita del Vigilador. —Hola, perdona que te moleste de nuevo. — le dice, a través del intercomunicador. — ¿me harías un favor? —Si, claro. — dice él. —Me subirías la bolsa que está ahí a mi nombre. Me olvidé de pedírtela hoy y no quiero bajar en pijama. —Si, no hay problema. Ahí te la subo. Enseguida sonó el timbre. El pijama de Ana era un short de gimnasia y una remera musculosa. —Disculpá que te moleste. —No pasa nada. En realidad yo también me había olvidado de entregártela. — dice él. —¿querés tomar algo? —Mmm bueno, un vaso de agua. —Pasá. — le dice Ana. Él duda. No quiere dejar la portería mucho tiempo sola, pero finalmente atraviesa el umbral. —Lindo departamento. — comenta, sólo por decir algo. No es como la mayoría de los hombres que retienen su mirada en las nalgas o las tetas, sino que la observa en su totalidad desde cierta distancia y retiene la imagen para rememorarla cuando quiera. Por eso puede disimular la obnubilación que le produce aquella mujer. Cuando conquistó a Cecilia, su joven esposa, creyó que nunca se iba a sentir atraído por otra, y ...