1. La mujer casada y el horrible viejo de administración


    Fecha: 26/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Katherine35, Fuente: SexoSinTabues

    ... con el glande. Me daba asco, pero al sentirlo, no pude más y me corrí. Me miró con lascivia y sonriendo, me dijo: - Ahora sí, mi putita. Te voy a meter la verga y vas a sentir el mayor placer que has tenido en tu vida. Volvió a acariciarme con el glande y volví a sentirme mojada del gusto. De pronto, lo sentí. Su enorme verga estaba penetrando en mí. - ¡Noooo! -grité horrorizada, pero presa del deseo. Entonces, él puso la cabezota de su pene en mi sexo y, de un solo empujon, me la metió hasta la mitad. Sentí que me estaba partiendo, pues era demasiado gruesa. Empujó otro poco y, de un golpe, sus enormes testículos peludos golpearon mis nalgas. Una sensación de ahogo me invadió y, entonces, sin miramientos, sus ásperas manos agarraron mis tetas. Él me susurró que me tranquilizara y comenzó un metesaca que me hizo perder toda voluntad de resistirme. Su pene entraba y salía cada vez más rápido y fuerte, sus huevos hacían ruido contra mi culo en cada embestida. Jamás había sentido tanto gusto en mi cuerpo. Mauro nunca me había cogido así. Comenzó él a sacar y meter su pene, arracándome gritos de placer al sentir las paredes de mi vagina rozadas por ese trozo de carne. Para colmo, hizo que mis piernas se juntaran, haciendo que su miembro se sintiera aún más inmenso. Yo temblaba, gemía y abría más las piernas, quería sentir toda su verga dentro de mí. Los orgasmos se sucedían en mi cuerpo, uno tras otro y, muy pronto, me sorprendí a mí misma gritándole: - Dame más, papito. ¡Dame ...
    ... más! Y era cierto. Yo quería más. Cada bombeo me daba mucho gusto y mi cuerpo estaba rebosante de placer. Un orgasmo arrollador, el más grande de mi vida, me sobrevino en aquel momento y grité como poseída por el demonio. Vi entonces que mi nenita tenía los ojos muy abiertos y, con sorpresa e interés, estaba viendo mi posesión. Ya no me importaba nada, mucho menos el olor a sudor, y el tufo a vino de aquel hombre. Él se movía tan exquisitamente, que me hacía sentir un enorme placer con su penetración. Su verga me entró hasta el fondo y luego salió hasta la cabeza. Nunca me habia sentido tan profundamente penetrada. Las paredes de mi vagina, se contrajeron como quieriendo atrapar ese pedazo de carne. Entonces, me preguntó: - ¿Tu marido te coge así? Confundida, pero muy caliente, le respondí: - No papito. Tú si eres un hombre de verdad. un verdadero macho. - ¿Te gusta? - ¡Síiiiiii! ¡Dame más, papito! ¡Dame máaas! Los orgasmos me asaltaban uno tras otro en forma despiadada. Eran tan intensos y contínuos, que me volvían loca. - ¡Dale papito rico! ¡Párteme en dos! Él siguió con el bombeo atroz, por más de diez minutos. Sentí su verga salir completamente de mí y, al entrar con fuerza de nuevo, percibí que se hinchaba y un chorro caliente , un mar de leche me inundó muy adentro, haciendo que me corriera nuevamente con él. Sus chorros eran interminables; mis manos dejaron de sujetarse del colchón y me abracé a él. Mi boca buscó la suya y lo besé ardientemente. Se tiró encima de mí, aún ...
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