1. El secreto de Rita Culazzo (Parte 3): La ley de gravidez


    Fecha: 17/06/2019, Categorías: Confesiones Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... tía con amplia sonrisa volviendo su vista hacia la casa.
    
    En ese momento, mi abuelo se asomó a la puerta y salió al jardín para encontrarse con nosotros. Con lágrimas en los ojos, abrazó fuerte a mi madre; ella respondió con un apretón de igual calibre.
    
    –¡Papá!¿Qué hacés acá? –le dijo con desbordada alegría.
    
    –Quiero estar con mi nena antes de que pierda esa barrigota hermosa –respondió mi abuelo con voz quebrada; luego acarició esa prominencia con suavidad.
    
    –¿Y mamá? –preguntó ella.
    
    –Esta vez se quedó en casa, viste como es… pero ya se está aprontando para viajar, quiere estar presente en el parto –respondió él.
    
    Yo estaba conmovido con toda la escena que acababa de presenciar; pero la emoción rápidamente se me fue desvaneciendo y la desconfianza volvió a ganar terreno en mi psique. Durante toda la tarde estuve atento a los movimientos de mis familiares, sobre todo de mis primos; y mi vigilancia se extendió hacia la noche. A la hora de la cena todos nos sentamos a la mesa y yo me mantuve alerta, observando todo, analizando el más mínimo detalle, escrutando las miradas; pero nada. Nunca fui adepto al vino, y esa noche lo bebí en abundancia sólo para deshacerme de la incomodidad que me generaba el inesperado comportamiento de una familia normal.
    
    Después de la tercera copa fui yo el que comenzó a mirar a mi madre con ojos de deseo. Estaba hermosa. Llevaba puesto un vestido ligero y suelto, y por sobre la mesa amanecían sus enormes ubres que, aunque sin escote ...
    ... revelador, se abultaban en su pecho como dos gigantescos planetas. Quedé prendado de esas tetazas que se iban aprontando para amamantar; imaginé que era yo el beneficiario de su maravilloso néctar. Pronto advertí que estaba algo ebrio y demasiado cachondo, con mis ojos clavados en las tetas de mi madre y una gran erección por debajo del mantel. Mientras, los demás mantenían una charla corriente, aburrida y cándida acerca de cuidados de bebe.
    
    Luego de la cena, mis primos abandonaron la mesa unos minutos con la intención de convidarnos con un licor de hierbas de reciente adquisición. Los seguí con la mirada y, a la distancia –estaría yo a unos diez metros del pequeño bar ubicado en la sala–, observé atentamente todo el preparado. Algo llamó mi atención: me pareció que dos de los vasos ya servidos habían sido ligeramente separados del resto, y hasta tuve la inquietante sensación de que les había sido volcado algún tipo de sustancia de manera clandestina. No lo vi con claridad; como dije, fue más bien una sensación.
    
    Mi sospecha se acrecentó cuando nos sirvieron la bebida y pude comprobar que los vasos separados estaban destinados a mi padre y a mí. Imaginé que mis primos querían que estuviéramos bien dormidos, y el motivo se me hacía evidente. Por fin se habían caído las máscaras angelicales y habían quedado expuestos los rostros demoníacos de aquellos pendejos hijos de puta.
    
    En una maniobra casi digna de un mago, logré intercambiar vasos con mi abuelo. Lamentablemente, ...
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