1. Cómplice, cuernos sin culpa


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando la causalidad nos convierte en cómplices, y ésta, en partícipe para evitar ser testigos. Vieja estratagema de la cual objetivamente decidí ser arte y parte pues el beneficio prometía premios que de otro modo no hubiera podido conseguir. Pero… toda historia siempre nos deja una enseñanza, también en esta.
    
    Para no darle largas al asunto, voy a contar como fueron las cosas…
    
    Desde la adolescencia tengo una entrañable amistad con el matrimonio formado por Raquel y Domingo, conozco a esta pareja desde el mismo momento en que los presenté, sus primeros encuentros, noviazgo y hasta padrino de su casamiento.
    
    Hasta aquí todo había servido para afianzar y profundizar una armoniosa, profunda y leal amistad, pero… y… ¡sí! Siempre hay un pero que altera casi todo, también en este.
    
    Fue hace poco tiempo que necesitaba entregarle una invitación para mi amigo Domingo, que concurrí a su casa, la puerta cancel del jardín estaba sin cerrar como muchas veces, me llegó al porche para golpear los nudillos sobre la puerta, una y otra vez, pero nadie me responde. Puedo escuchar la música, pero nadie responde a mi llamado, en un primer momento pienso que deben haber dejado la tv encendida y hayan salido, pero… al tercer golpear en la puerta puedo escuchar… ¿voces…?
    
    Aguzando un poco más el oído y escucho con nitidez la voz de Raquel que menciona un nombre que no es el de mi amigo, no sé si por la sorpresa o por accidente me apoyo sobre el picaporte de la puerta y… ésta se ...
    ... abre…
    
    Para mal de todos se abre justamente cuando acierta a cruzarse Raquel, totalmente desnuda y tras ella un tipo también desnudo que la tiene abrazada desde atrás y con el miembro perdido entre sus nalgas.
    
    La sorpresa de ambos al vernos nos dejó sin palabras, solo atiné a decir no sé qué disculpa y salirme de la escena, poner las manos con las palmas abiertas como para evitar alguna explicación o lo que fuera y me salí de la casa.
    
    Precisamente esa noche me llamó Domingo para invitarme a cenar, algo por demás frecuente.
    
    La cena transcurrió como siempre, solo que esta vez me estuvo contando de sus logros en ventas en su reciente viaje de un par de días antes. Nada fuera de lo usual, salvo cierta ansiedad y nerviosismo en Raquel, creo suponer que estaba pendiente de que pudiera ponerla al descubierto por la situación harto comprometida en que la sorprendí por esa accidentada visita.
    
    En un aparte, en la cocina de la casa me agradecía por haber callado los hechos que me involucraban como testigo de cargo, se le notaba que no sabía cómo agradecerlo, más aún todo el encomiable esfuerzo por saber cómo debía retribuir el silencio cómplice.
    
    —Por favor Raquel, nada de nada, todo bien. No pasó nada, no tengo memoria.
    
    Pareciera que mis dichos habían obrado el milagro, devolverle la sonrisa, hasta creo que mis palabras la hubieran embriagado más que dos o tres copas del vino que estábamos consumiendo. Salvo esa exteriorización no pude notar alguna otra cosa fuera de lugar en ...
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