Donación de esperma
Fecha: 28/08/2017,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
–Pase, por favor.
La enfermera abrió la puerta e invitó con su mano a que entrara. La habitación, sin ventanas, aunque decorada con intención de dotarla –con escaso resultado– de cierta calidez, poseía esa frialdad aséptica típica de los hospitales. Me situé en medio de la sala, de pie, algo envarado, observando a la enfermera realizar los preparativos. Encendió el monitor de televisión y el reproductor de dvd, colocó una serie de revistas encima de la mesa, orientó el asiento hacia la pantalla en blanco y situó junto a él el frasco de cristal.
Una primera punzada de excitación me asaltó mientras disfrutaba de las vistas de su anatomía en movimiento, resaltada por el frufrú de la tela blanca rozando su piel en medio del silencio de la sala. La bata se adaptaba perfectamente a su cuerpo, delatando que no había más prendas bajo ella que la ropa interior. Era un cuerpo joven, atlético, de formas firmes y rotundas. Imaginé aquella carne dura y fresca, desnuda bajo la tela, con una escueta braga adherida a sus caderas y sus prietos glúteos, insinuando el suave y rizado vello de su pubis, y un práctico sujetador sin adornos conteniendo dos pechos erguidos y redondos como dos jugosas frutas dispuestas a ser saboreadas. Su cabello castaño con mechas rubias, recogido en una sencilla coleta, adornaba un rostro discretamente hermoso. Poseía ese poderoso atractivo juvenil que no necesita de más aditamentos que su propia frescura.
Noté cómo mi polla iniciaba a su libre albedrío ...
... una erección que traté de aplacar –¡aún no!– concentrándome en las palabras de la chica.
–Bien, ya está todo preparado. Tiene una selección de películas en el dvd, y sobre la mesa le he dejado una colección de revistas pornográficas. Ahora le dejo solo. Cuando haya acabado me avisa apretando el botón, ¿de acuerdo?
–Sí, muy bien –respondí carraspeando–. Perfecto, muchas gracias.
Salió despidiéndose con una agradable sonrisa. Antes de que cerrara pude echarle un último vistazo a su culo, cuya redondez se mostraba gloriosamente resaltada por el blanco de la tela. Ésta, al adherirse a la piel, dibujaba las gomas de la braga, mientras que el movimiento al andar hacía que la falda se elevara, permitiéndome disfrutar de la rotundidad de sus muslos.
–¡Lástima! Un poco más arriba –fantaseé– y podría haber visto las ligas de sus medias.
Miré unos segundos hacia la puerta cerrada, antes de coger el mando a distancia y encender el televisor. Elegí una de las películas y la introduje en el reproductor. La pantalla mostró la imagen de una enorme cama de agua. En ella se veía a un hombre de rostro rocoso e inexpresivo y musculatura hinchada de gimnasio, retozando junto a dos mujeres que parecían vestidas –es un decir–, peinadas y maquilladas para cumplir escrupulosamente con el cliché de actriz porno. El guión no defraudaba: diálogos reducidos a su mínima expresión y transición al despelote sin dilación.
Un trío de maromo con dos tías. ¡Vaya!, han acertado con mis gustos. ...