Donación de esperma
Fecha: 28/08/2017,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos
... fuerte. Sentí como comenzaba a aproximarme al orgasmo. Miré mi reloj. Habían pasado unos quince minutos desde que me quedara solo en la sala. Me detuve, respiré hondo y apreté el botón del llamador.
En menos de dos minutos la puerta se abrió dejando paso a la enfermera, quien se detuvo de golpe con la mano aún puesta sobre el pomo, con un gesto que la delataba entre sorprendida y preocupada. Sorprendida por encontrarme aún con la bragueta abierta y la polla erecta en mi mano. Preocupada por el rictus de angustia que vio en mi sudoroso y, supongo, congestionado rostro.
–¡Oh! Perdone –se disculpó, haciendo ademán de volver a salir–. Creí que…
–No, no –le respondí con voz quebrada–. La he llamado yo. Verá, es que… tengo un problema.
–¿Un problema?
–Sí. Es algo que me ocurre desde siempre. Yo… alcanzó sin problemas la erección, pero… me cuesta mucho eyacular –logré decir, mirando hacia el suelo, azorado–. De hecho, habitualmente no lo consigo. Es muy frustrante.
–Oh, entiendo –me respondió con su tono profesional–.
–Sí, me resulta complicado, sobre todo haciéndolo solo, sin otros… estímulos.
–Ya veo –dijo, aproximándose–. ¿Qué clase de estímulos?
–Bueno –tragué saliva–, pues los provenientes de una mujer… una de verdad –puntualicé lanzando una fugaz mirada a la pantalla–. Estímulos visuales servirían, creo.
–Ajá –el tono de complicidad de ella me indicó que iba a tener suerte–. Quizá podamos hacer algo al respecto.
La chica cambió ...
... perceptiblemente de actitud. Clavándome la mirada, su cuerpo se relajó y sus movimientos adquirieron una evidente sensualidad. Elevó una mano hasta la abertura de su escote y comenzó a desabotonar la bata. Lo hizo muy lentamente, deleitándose con cada uno de los botones, como si desenvolviera un regalo… Un obsequio dedicado a mí. Cuando soltó el último, abrió la bata y mostró su anatomía en todo su esplendor. Tal y como había imaginado, estaba muy buena. Un cuerpo joven y firme, suavemente moldeado, en el que destacaban como señales luminosas los blancos triángulos de la braga y las copas del sostén, a juego con las medias cuyas ligas –¡acerté!– apretaban los duros muslos.
No es el blanco mi color de lencería preferido, pero aquel sencillo conjunto sobre su cuerpo escultural y en semejante situación me resultó de lo más morboso. La enfermera me había puesto a cien, y eso que apenas habíamos empezado. Agarré de nuevo mi polla y comencé a acariciarme sin quitarle ojo de encima.
–Mmm –ronroneó–, parece que el tratamiento surte efecto.
A continuación, como si leyera mi pensamiento, se desprendió de la bata y comenzó a girar sobre sí misma con un sutil e insinuante baile, mostrándose por completo. Tetas erguidas que desbordaban el sujetador, abdomen plano, culo firme y respingón apenas constreñido por la escueta braga, una espalda de perfecta curva. Definitivamente me había tocado la lotería.
Avanzó y se detuvo a unos centímetros de mí, contorneándose como una serpiente. Sin dejar de ...