1. Acabé cachonda con mi hermano


    Fecha: 06/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Gema, Fuente: CuentoRelatos

    La relación con Alfredo, mi hermano dos años mayor que yo, es bastante tensa. Es un chico engreído, malhumorado y amargado de la vida. Según sé (pues íbamos al mismo instituto y conozco algunos amigos y enemigos suyos), Alfredo es un auténtico patoso ligando y con veintiún años, no se ha comido un maldito rosco. Eso me da fuerzas cuando me avergüenza delante de mis padres o cuando hace comentarios salidos de tono delante de alguna amiga. Sé que yo he disfrutado de mi cuerpo mucho más que él y eso me reconforta bastante.
    
    Cierto día, hará dos semanas, me senté en el ordenador que tengo en mi cuarto y lo encendí. El ordenador lo compartimos toda la familia, pero mi padre y yo somos quienes más lo usamos. Ese día quería revisar bien todos los archivos del sistema porque quiero estudiar ingeniería informática al año que viene y me gustaría ir preparada. Por eso, seleccioné en la carpeta que pudiera ver los archivos ocultos y me puse a dar vueltas por los discos duros a ver qué me encontraba y que no conociera. Mi sorpresa fue mayúscula cuando encontré una carpeta titulada «Conversaciones Alfredo». Ni siquiera me di cuenta de que estaba entrando en la intimidad de mi hermano hasta que fue demasiado tarde. En esa carpeta había guardado docenas de conversaciones en un salón de chat y lo que más me alucinó de todo fue descubrir que en todas ellas hablaba de mí.
    
    Le contaba a un amigo suyo que yo era una tía impresionante, que mi cuerpo era escultural y que no podía dejar de ...
    ... pensar en mí a todas horas. Confesaba que se masturbaba dos o tres veces diarias y que siempre lo hacía pensando en mí. Yo estaba flipando, como podéis imaginar. Seguí leyendo, pues, aunque eran conversaciones privadas, si mi hermano era un pervertido yo quería saberlo. Las conversaciones eran tremendas: contaba con todo lujo de detalles cómo entraba en mi cuarto cuando estaba dormida y cómo se pajeaba junto a mí, corriéndose en un pañuelo de papel y acercándose a mi cara al hacerlo. También decía que me seguía a todas partes sin que yo lo viese y que me había pillado haciéndole una felación a un novio mío en el portal de casa. Me estaba poniendo de muy mala leche, la verdad. Las conversaciones estaban ordenadas por la fecha, así que pude comprobar que no eran sus fantasías, sino verdades como puños: efectivamente, en agosto del año pasado alquilamos un apartamento en la montaña mi novio y yo y, efectivamente, el apartamento estaba en una planta baja. El muy cerdo había viajado hasta allí y, por la noche, saltaba la verja de la urbanización y de dedicaba a mirar cómo lo hacíamos una y otra vez. Con todo lujo de detalles. Me prometí a mí misma no volver a follar con las persianas levantadas en mi vida, apagué el ordenador y me fui de allí, dispuesta a montarle un follón en cuanto llegase a casa.
    
    Durante toda la tarde no pude pensar en otra cosa. Alfredo ese día no vino a cenar. Era jueves y tenía una cena con los amigos de la universidad, así que me acosté y estuve a punto de ...
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