Anita de tus deseos (capitulo 8)
Fecha: 06/07/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos
... escucharme.
—Que lastima que se haya acabado el cava.
—No es cava, es champán, y hay otra botella.
—Pues eso: me gusta mucho.
—Te vas a emborrachar que ya has bebido mucho.
—Así te aprovechas de mí y me haces lo que quieras.
—Ya lo hago mi amor, —dijo papá levantándose a por la botella.
—Bueno da igual: pues más, —oí a papá reír en el interior de la auto caravana, y cuándo salió seguía riendo—. ¡Jo! ¿Qué?
—¿sabes? Te voy a contar un secreto de tu madre, —dijo papá descorchando la botella y sirviendo en las copas—. Algo que nadie sabe, salvo yo, por supuesto.
—¿Secretos de mama?
—Sí, secretos de mama, —dijo papá arrastrando la tumbona y sentándose a mi lado. Después continuó bajando la voz—. Tu madre tenía… mejor dicho: disfrutaba de una parafilia un tanto especial. ¿Has oído alguna vez hablar del síndrome de la “bella durmiente”? —negué con la cabeza—. Hay personas que se excitan mucho teniendo sexo con personas dormidas profundamente, lo que pasa es que, en el caso de tu madre, la que dormía era ella.
—¿Y entonces? ¿Si estaba dormida cómo se…?
—A eso voy, —me interrumpió—. Todo se grababa en video: desde el principio al final. Luego ella lo veía sola, se masturbaba con su vibrador y tenía unos orgasmos tremendos.
—Y ¿Cómo se dormía? —pregunté. Notaba la lengua un poco pastosa, probablemente a causa del vino y un punto de placer empezaba a recorrerme el cuerpo—. ¿Tomaba algo?
—Sí: tomaba una cosa que se llamaPropofol. Nos lo ...
... proporcionaba un amigo médico de mucha confianza: ya me entiendes. La hizo unas pruebas y recomendó ese compuesto.
—¿Y eso era legal?
—Pues… digamos que no, es solo de uso hospitalario: es una especie de anestésico.
—Y ese médico amigo tuyo… ¿por qué lo hace? Se puede meter en un lío.
—Digamos que es un aficionado muy interesado en ese aspecto de tu madre.
—No entiendo.
—¡Coño Anita! Que se la follaba.
—¿Sí?
—Claro mujer. Es un aficionado a las cosas raras, y te aseguro que tu madre no era la única: tenía varias bellas durmientes.
—¿Y tú también participabas?
—Sí, pero no juntos: nos turnábamos. Lo hacíamos una vez al mes, una vez él y a la siguiente yo. A mí no era una cosa que me llamara especialmente la atención, pero a tu madre sí y por eso lo hacía.
—¿Por qué no te gustaba?
—No es que no me gustara, no es eso, tiene su morbo, pero yo prefería oírla chillar y gritar, que es lo mismo que me pasa contigo.
—¿Y solo una vez al mes?
—Eso fue una imposición mía: no me hacía gracia estar inyectándola un anestésico a cada momento.
—¿Sigues teniendo esas grabaciones? No las he visto entre las grabaciones de mama.
—Claro que las tengo, pero en un sitio aparte. Ten en cuenta que ese médico puede terminar en la cárcel por esto.
—¿Cuándo regresemos a casa puedo verlo? —me empezaba a sentir mareada por el champán.
—Y ahora si quieres, —dijo papá levantándose y cogiéndome de la mano. Me levanté y me sentí mareada: me costó trabajo encontrar ...