1. Me hice la loquita con los tacheros


    Fecha: 13/07/2019, Categorías: Incesto Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Esa tarde me tomé un taxi para ir a lo de Nadia, mi mejor amiga. Pero la muy conchuda me llamó al celu en la mitad del trayecto para disculparse diciéndome que el novio había llegado temprano a su casa, que los dos andaban re calientes, y que no podían aguantarse las ganas de garchar.
    
    Yo tenía confianza con ella, y siempre nos sincerábamos hasta en esas cosas. Pero me dio por el forro de las pelotas que me hiciera salir a la calle con semejante calor, para después cancelarme por una pija.
    
    No la mandé a la mierda para no quedar como una groncha adelante del taxista.
    
    Enseguida, en cuanto guardé el celu en mi bolsillo, me le empecé a hacer la linda al tipo. No sé por qué me nació hacerlo. Supongo que la envidia de que mi amiga en breve se iba a matar cogiendo con su novio, más mi pequeña racha de masturbarme todas las noches a falta de una rica pija, se me subió a la cabeza y me llevaban a actuar por instinto.
    
    El tipo no estaba nada mal. Tendría unos 35, era morocho y grandote, al parecer con alguna actividad deportiva en su tiempo libre, una voz normal, con ojos verdes y bastante fiel a las caritas de trola que le hacía en el espejito. Me lamía un dedo, me lo pasaba por mis labios, hacía globitos con un chicle y me tocaba con la lengua para saborear lo dulce que te salpica cada vez que hay un estallido, suspiraba y abría un poco las piernas.
    
    Yo tenía una mini roja y una remera escotada sin corpiño. Como iba a la casa de mi amiga y, seguro que la idea era ...
    ... meterse a la pileta, no me iba a producir demasiado. Pero mis tetas me reventaban la remera, y yo creo que el flaco hasta fantaseó con mi tanga rosadita, porque me la re miraba.
    
    Entonces le dije que cambie el recorrido, y le eché las quejas de la boluda de Nadia. No quería volver a casa. Por eso le dije que demos una vuelta por la ciudad, que yo le pagaba el viaje.
    
    Recién ahí empezamos a hablar con Alejandro. Ese era su nombre según el cartel del asiento.
    
    ¡bueno flaca, pero tu amiga te faltó el respeto… no importa si es su novio o un chongo cualquiera… vos te tomaste el tiempo para visitarla!, dijo cuando terminé de explicarle mi enojo.
    
    Allí fue que mi boca no pudo controlarse más y le dije con una voz tan sensual que nunca nadie me inspiró:
    
    ¡bueno, pero dejemos de hablar de ella, y mejor decime si me estuviste mirando la bombacha!
    
    Me reí nerviosa y él gimoteó algo difícil de entender, pero que sonó a: ¡uuuuy mamita, mmmmm!
    
    ¡es que es injusta la vida! Ella ahora está garchando y yo solita, sin novio, con 23 años, en un taxi y re calentita!, seguí diciendo, ya sin poder razonar un carajo.
    
    El tipo frenó de golpe en un cajero, me pidió que lo espere, que me pase al asiento del acompañante y me preguntó si quería comer algo. Yo ni lo pensé.
    
    ¡y, yo me comería tu pija!, le susurré, y cerró la puerta con prisa, billetera en mano.
    
    No tardó nada en regresar. Puso en marcha el auto, apuró una latita de energizante y me dijo medio entre dientes:
    
    ¡sacate la ...
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