1. Dos gemelas se la lían parda a su tío


    Fecha: 16/07/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Este es un relato acerca de Eduardo, un hombre de cincuenta y cinco años, de un metro sesenta de estatura, delgado, sin tripa, moreno, de pelo cano, ni guapo ni feo, de los que les dicen del montón, que llevaba vida de monje putero.
    
    Vivía en su pazo ubicado en la costa gallega a escasos cien metros de la playa.
    
    Eduardo, desde que lo dejara su esposa por un camionero cuando él trabajaba de barrendero no quería saber nada de mujeres que no fueran de pago. Ni de mujeres, ni de su madre, ni de su padre, ni de su hermana Camila, que se casara en Madrid con el señor al que estaba sirviendo.
    
    Paso a contarlo en primera persona.
    
    La suerte me había sonreído en forma de bono loto y ya no daba un palo al agua. Era el típico lobo solitario que disfruta de su soledad.
    
    Una tarde de verano llamaron al timbre de la puerta de mi pazo. El sol ya estaba de retirada. Fui a abrir, ya que no tenía más servicio que el de una mujer mayor que venía tres días a la semana a limpiar, a lavar y a planchar. Abrí la puerta y vi a dos hermanas gemelas. Un taxi con una taxista al volante parecía estar esperando por ellas. Aún no lo sabía, pero mi tranquilidad, afortunadamente, se iba ir a la mierda.
    
    -Si creyera en Dios diría que se lució haciendo tanta belleza por duplicado. ¿Qué queréis, criaturas? -les pregunté, sonriendo.
    
    -¿Podemos pasar, tío? -Me preguntó una de las muchachas, devolviéndome la sonrisa.
    
    -¡¿Tío?! -dije, poniendo cara de ¿¡qué dices?!
    
    -Somos tus sobrinas, las hijas ...
    ... de Camila -me respondió la otra.
    
    -Pasad -les dije, sin darles un beso, y poniendo cara de palo.
    
    Las llevé a mi salón. Un salón con las paredes de piedra, pintadas de blanco, (como el resto del pazo) en el que en el techo colgaba una lámpara de araña. Tenía dos sofás blancos y dobles, detrás de uno de ellos, en la pared, colgaba un cuadro con una foto mía, ampliada, vistiendo un traje gris y con el bastón en la mano. En la pared de detrás del otro sofá doble colgaba otro cuadro con otra foto mía, ampliada, en la que estaba con una funda y una escoba en la mano. Al verla me recordaba de donde venía. Había cuatro sofás más de color rojo, una pequeña mesa, un mueble bar, una enorme televisión de plasma, cuadros de marinas por las paredes, unas cortinas blancas de seda en las dos ventanas y algunas cosas más que ahora no recuerdo. El piso era de madera.
    
    Les señalé con la mano dos sillones. Esperé a que se sentasen y me senté el enfrente de ellas.
    
    -¿Cómo os llamáis? -les pregunté.
    
    -Yo soy Nina -dijo una.
    
    -Yo Bea -dijo la otra.
    
    -¿Quién os manda, Camila o vuestro padre?
    
    -No nos manda nadie. Nos independizamos el año pasado. Venimos a Galicia por negocios y queríamos conocerte y saber porque no te llevas con la familia. No te preocupes que no vamos a molestarte mucho. Ya tenemos un hotel reservado -me respondió Bea.
    
    Examiné a las gemelas. Tendrían veinte años, si los tenían. Vestían dos trajes marrones con blusas blancas y zapatos marrones. Eran rubias, más ...
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