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Ana 3, acostumbrándose a disfrutar de ser violada
Fecha: 22/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Esta vez pasaron exactamente veintitrés días desde la última vez que estuve con Ana. Aquel día fue memorable, había logrado entrar a su departamento gracias a la complicidad del gasista del edificio, quien tenía que hacer un trabajo en su casa. El plan fue muy simple, pero efectivo, toqué el timbre del dpto. de Ana, ella pensaba que se trataba del ayudante al cual esperaba el gasista, así que dejó que este último me abriera la puerta. Una vez que se dio cuenta de que se trataba de mí, ya era muy tarde. Para los que no conocen las historias que cuento de Ana les comento: ella es una mujer bastante rayada y extraña, con un carácter fuerte. Resulta difícil conquistarla con métodos tradicionales, sin embargo, si uno la pone en una situación límite, termina por acceder. Esto lo había aprendido gracias a la experiencia que tuve junto al empleado de seguridad del edificio, quien su amante, y una noche me llevó al dpto. de ella sin habérselo avisado, y ahí nos enfiestamos los tres (ver Ana 1). Pero volviendo a la última vez que estuve en su casa (ver Ana 2), una vez estando dentro, simplemente fue cuestión de arrinconarla con nuestros cuerpos y comenzar a disponer del de ella. Por supuesto que en principio forcejeaba, y hasta daba algún grito, pero finalmente se rindió. Eso es lo que más me gusta de ella, que se reúse mientras le voy quitando la ropa y la manoseo, me calienta muchísimo. Claro que si realmente hubiese querido reusare, podría haber gritado más fuerte para que ...
... todos los vecinos la escuchen, pero nunca hace eso, y eso es sencillamente porque es una puta. Ella misma me lo había confesado: no podía decirle que no a los tipos que la querían coger. Pero bueno, ese fue un pantallazo para los que no conocen las historias anteriores. Para que sepan la clase de puta que es Ana, es decir, de esas que te dicen que no quieren, pero enseguida están gimiendo cuando la penetrás por todas partes. Pero ahora volvamos a la actualidad. Como ya habrán notado, estoy tan caliente con esta mina que cuento los días y las horas desde la última vez que estuve con ella. Veintitrés días de sufrimiento. Si supieran cuantas pajas me clavé pensando en ella, sobre todo, esas veces que me la cruzaba en el ascensor y me acercaba a ella para robarle un beso, y meterle mano por donde pudiera. Ella ponía el estuche del violín entre el medio de los dos, pero yo simplemente lo hacía a un lado y la arrinconaba en la esquina mientras el ascensor bajaba lentamente. Normalmente usaba calzas bien ajustadas, de esas que le dejan bien marcada la cola. La de ella es redonda y firme, deliciosa al tacto, no me podía controlar cada vez que la veía, ella solo me empujaba débilmente diciendo “¡soltame tarado!”, y luego se iba a paso rápido una vez que llegábamos a planta baja. Yo disfrutaba mucho de esos acosos, porque sabía que la muy putita nunca se quejaría con nadie. Cuando tenía tiempo libre, esperaba pegado a mi puerta hasta escuchar el sonido de sus tacos, o de las llaves ...