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Ana 3, acostumbrándose a disfrutar de ser violada
Fecha: 22/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... Conversaba por celular. Escuché la palabra mamá. Ya lo tenía decidido, ni bien colgara, salía de mi casa y simplemente la agarraría de la cintura, la cargaría al hombro y la metería en mi dpto. Toda la noche para mí. Se me hacía agua la boca con solo pensarlo, e increíblemente la pija se me hinchaba más de lo que ya estaba. Pero la muy puta seguía hablando por teléfono, incluso mientras metía la llave en su casa. Entonces no soporté más. Si me la tenía que coger mientras hablaba con su mami así sería. Salí de mi dpto. Habré tenido un aspecto bastante malo, porque por primera vez en los ojos de Ana no vi enojo ni fastidio al notar mi presencia, sino cierto miedo que solo sirvió para calentarme más, si es que eso era posible. No pudo hablar. Le quite el teléfono. Colgué y lo apagué. —Devolvémelo, enfermo. —me gritó. No le hice caso. Lo metí en el bolsillo. La agarré del brazo con fuerza y tiré de ella en dirección a mi casa. —¡Soltame! —Gritó bastante fuerte, pero no tanto como uno esperaría que grite una mujer a punto de ser violada. Eso me calentó más. —A ver como gritas, putita. —le dije desafiante mientras que con la mano en sus nalgas la direccionaba a donde quería llevarla. —¡ayuda! —Gritó, todavía un poco contenida— ¡nooo! —dijo luego, esta vez sí bastante fuerte, pero ya estábamos en el umbral de la puerta abierta. Su resistencia física era mínima. Le di un chirlo y luego un último empujón para meterla dentro y cerrar con llave tras ella. No ...
... pude aguantar ni hasta llevarla a la cama. Apenas dimos unos pasos, la coloqué contra la puerta. —No quiero —dijo la necia. —cállate putita, hoy no te salva nadie —le contesté mientras estrujaba sus nalgas por encima de la minifalda. Luego se la levanté. Tironeé de las medias hasta hacer una abertura, luego la abrí y la convertí en hilachas. Solo un poco de tela había quedado en los pies debido al zapato. Hice lo mismo con la tanga negra, se la arranqué. Hasta en la ropa interior combinaba la puta. —Por favor —suplicó— por favor no quiero. —no sabes cómo me gusta que me pidas por favor —le dije burlón. La abracé desde atrás, sintiendo su voluptuoso trasero en contacto con mi miembro todavía aprisionado. Acaricié sus tetas sin preocuparme de la brusquedad con que los hacía. Ella seguía pidiendo por favor, aun cuando abría su camisa de un tirón, mandando a volar todos los botones. Luego se la saqué y liberé también su corpiño. Sus pechos son del tamaño perfecto. No muy grandes, pero lo suficiente como para que mis manos se pierdan en ellos. Estaba casi desnuda, solo le quedaba la minifalda a la altura de la cintura, y los zapatos. No se los iba a quitar, me gustaba así. Recorrí su cuerpo con desesperación, usando ambas manos, iba del pecho hasta la pelvis, de la cintura, hasta los muslos, rozando a cada rato el trasero que tanto me enloquecía. Olía su cabello con desesperación, para luego hacérselo a un lado y devorar el cuello de cisne, y también las diminutas ...