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¡Hacéme lo que quieras!
Fecha: 24/08/2019, Categorías: Poesía Erótica, Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Darío y yo nos casamos a los 21, enamorados y con un montón de sueños. Ambos necesitábamos irnos de nuestras respectivas casas para estar tranquilos y solos. En lo de mi suegra ni siquiera se nos permitía una expresión de cariño en público. Mi casa era muy pequeña y todos estaban por todos lados. Darío decía que pagar un telo para tener sexo era para los amantes infieles o para las putas. O sea que, recién cogimos en nuestra luna de miel, en las sierras cordobesas, y allí quedé embarazada. Hoy tengo 37, 3 hijos, 2 perros y un gato, una motito y un marido que siempre está para mí. Es un padre excelente y admirable. Trabaja todo el día en su local de electrodomésticos, y todos los fines de semana salimos a pasear con los chicos para sacarlos un poco de la rutina del colegio. Los ayuda con los deberes, siempre les trae algún postrecito, mira alguna peli con ellos, los hace reír a menudo porque es muy payazo, y hasta me ayuda a planchar los guardapolvos. Conmigo es un dulce. También me trae golosinas, flores, algún adornito artesanal o perfumes. Pero, sexualmente hace mucho que no tenemos una buena noche, o al menos en la que yo me sienta plena, satisfecha o realizada. En pocas palabras, no me sentía bien cogida por mi hombre. Nunca tuve una buena amiga con quien hablarlo, pero mi hermana decía que seguro yo no lo provocaba, o no me ponía ropita sexy para él, o que estaba demasiado chapada a la antigua con mi pensamiento de que el hombre es que debe tomar la iniciativa. Mi ...
... comadre me sembraba dudas acerca de Liliana, su secretaria en el negocio a quien conozco de toda la vida en el barrio. Ella era soltera y no tenía hijos, por lo que su figura no había sufrido grandes desarreglos, y sus 40 años eran los de una pendex radiante que se llevaba el mundo por delante. Aún así yo confiaba en él. Una siesta pasó lo que hasta hoy considero que fue mi más preciado error, mi pasaje derechito al infierno, mi pecado más repudiable. Pero no me arrepiento de nada. La primera vez me tomó por sorpresa. Sí, hubo otras veces, todas en mi propia casa. Martín, el hermano menor de mi marido se me apareció en el lavadero mientras yo separaba la ropa por colores para lavar. Yo estaba agachada, lo que le motivó a tocarme el culo y decir con audacia: ¡¿cómo anda mi cuñada preferida?! Mi corazón brincaba del susto, y él se desarmaba de risa. Presa del imprevisto lo insulté y le dije que Darío no volvía hasta la noche. Dijo que necesitaba unas herramientas, unos cables y una aspiradora para autos. Después me reprendió por dejar la puerta de calle sin llave. Le dije que todo eso lo iba a encontrar en el galpón, y cuando apagué el secarropas se me desprendió el botón de la blusita vieja que uso para limpiar, y no traía corpiño. Martín observó la situación y me devoró las tetas casi al aire con la mirada. Se puso un dedo en la boca y exclamó: ¡huy cuñadita, así que cuando te quedás solita andás medio en bolas?, ya noté que debajo de la pollera no hay bombacha, o ...