1. ¡Hacéme lo que quieras!


    Fecha: 24/08/2019, Categorías: Poesía Erótica, Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... golfa oliéndola.
    
    No fue incómodo para mí compartir unos mates, o algunas cenas con Darío y Martín. Creo que hasta incluso me gustaba. Mi cuñado y yo no hablamos de ese encuentro.
    
    A los dos meses él llegó al mediodía, justo cuando los chicos comían antes de alistarse para ir al colegio. Darío lo había mandado a reparar unos enchufes. Solo que cuando fui a la pieza de los nenes a buscar las mochilas, sus pasos me siguieron. No tuve forma de evitarlo o resistirme. Me empujó con ansias sobre la cama de Rodrigo, su ahijado, me agarró la mano para que le palpe el bulto hinchado mientras me desabrochaba la camisita y levantaba mi corpiño para lamer mis pezones, y pronto chuparlos gimiendo.
    
    ¡cómo me pajeo pensando en vos cuñadita, estás re fuerte yegua!, pronunció, y de repente se bajó el pantalón. Me pidió que cierre los ojos, y en cuanto lo hice puso su pene venoso en mi mano clamando por que se lo apreté y lo pajee. No duró demasiado tamaña erección, porque en segundos su semen chorreaba como un río furioso sobre mis tetas y la sábana. No había tiempo para nada. Salí confundida con las mochilas, y los nenes me esperaban para que los lleve. Tampoco pudimos hacer nada a mi vuelta porque Darío llegó temprano.
    
    Cuando Martín terminó se fue a pescar con unos amigos, Darío durmió su siesta, mientras yo andaba loquita por la casa, lavando y planchando, totalmente húmeda y todavía con su olor a verga en la mano.
    
    Un viernes se apareció mientras horneaba una pasta frola, por ...
    ... lo que, gracias al calor, y como los chicos no estaban porque Darío los había llevado al parque, me vio en shortsito y con las gomas al aire. Otra vez la puerta principal sin llave. Esa vez me sentó en la mesa y me bajó el short de un tirón. Me manoseó las tetas con una mano a la vez que con la otra trataba de abrirme las piernas.
    
    ¡Dale flaca, no me la hagas difícil, quiero chuparte la concha!, dijo con los ojos libidinosos.
    
    Sin embargo, yo decidí bajarme de la mesa y desprenderle el vaquero. Froté desde mi nariz al mentón por la tela de su bóxer negro húmedo por la calentura de su dura pija, la que tomé entre mis manos, lamí suavecito y besé con ternura. Me arrodillé y de un bocado me la empecé a tragar, sin esperar a que me entrara entera. Creo que medía unos 19 centímetros. Pero él tomó mi cabeza con sus grandes manos y durante unos segundos me cogió la boca con envestidas cortitas. Gemía como un chiquillo, y en cuanto estuvo a punto de explotar me pidió que me ponga de pie junto a la heladera. Pensé que me la iba a ensartar en la argolla sin reparos, pero solo pudo eyacular en mi bombacha apenas su pija sintió el contacto de mi calor vaginal. Ni siquiera llegó a meterla! Otra vez su silueta desaparecía ante mis ojos, y el celo de mis entrañas me conducía a masturbarme como una cerda, sentada en el suelo de la cocina lamiendo la leche que dejó en mi bombacha, mientras la pasta frola se quemaba un poco.
    
    Otro mediodía tocó el timbre dispuesto a cortar el pasto del ...
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