1. La mama de mi amigo y su culo


    Fecha: 03/09/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: flowhot, Fuente: RelatosEróticos

    Esto sucedió cuando yo tenía 20 años, todavía era un chaval ignorante del mundo y de la vida, un pipiolo, ya no era virgen pero sabía muy poco del mundo y del sexo, un libro en blanco todavía por escribir. Fue un verano. Yo había acabado preuniversitario y me preparaba para entrar en septiembre en la Facultad de Filosofía, soy de letras, nadie es perfecto, y mi propósito era estudiar Historia. Tenía un amigo íntimo, Eduardo, con el que salía con frecuencia, jugábamos en el mismo equipo de fútbol, no soy Messi pero me defiendo, jeje. El padre de Eduardo había muerto de un infarto fulminante dos años antes. Su madre, Alicia, era una cuarentona rubia con unas tetas poderosas y unas caderas que prometían el paraíso, un manjar. “La madre de Eduardito tiene un polvazo”, decían a voces los compañeros del equipo de fútbol cuando ella aparecía por la banda para vernos jugar. Aquel verano Eduardo me invitó a pasar un mes con ellos en la casa que tenían en la playa. Era en Las Marinas, muy cerquita de Denia, en Alicante. El padre de Eduardo había sido un ejecutivo importante en Telefónica y se notaba que había ganado mucho dinero. A mí, que soy de una familia mucho más modesta, el chalé me parecía un paraíso. Tenía un jardín muy bien cuidado con una piscina bastante grande y estaba en la primera línea de la playa, se salía por un lado directamente a la arena y por el otro al jardín. Acepté la invitación. La madre de Eduardo se puso muy contenta cuando me vio llegar.
    
    -A mi hijo le ...
    ... hace falta alguien que le saque por ahí a divertirse –me dijo Alicia al tiempo que me plantaba dos besos en la cara-. Seguro que contigo al lado las chicas se os van a rifar.
    
    -Yo no diría tanto.
    
    -Seguro que sí. Si se te está poniendo cuerpo de atleta, tienes unos muslos de futbolista que impresionan.
    
    Yo estuve a punto de decirle que lo impresionante eran sus tetas, pero me limite a mirárselas con unos ojillos que decían “me encantaría comértelas”. Ella me sonrió con picardía como si se hubiera dado cuenta.
    
    Eduardo y yo salíamos todas las noches con los grupos de jóvenes que se juntaban por la zona, volvíamos medio colocados de madrugada, él mucho más que yo porque le pegaba a la botella como un loco. Su madre nos esperaba casi siempre levantada y nos sometía a un interrogatorio. A Eduardo le metíamos en la cama porque no se tenía en pie y Alicia me pedía que me quedase charlando con ella.
    
    -¿Qué tal os ha ido con las chicas?-me preguntaba casi a diario.
    
    -Se hace lo que se puede –le respondía yo, sin dar muchos detalles.
    
    -¿Y se puede mucho? –me preguntó una noche guiñándome un ojo con gesto de complicidad.
    
    -Bueno…
    
    -No te hagas el tontín que hoy te he visto cómo te dabas un buen achuchón con una morenita. Luego, por la noche en la playa, habrás llegado más lejos, ¿no?
    
    -Algo más, sí.
    
    -¿La has metido mano? –me preguntó ella con mucho morbo. Estaba sentada frente a mí con un vestidito de playa que se le había levantado y dejaba al descubierto unas ...
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