La historia de Ana (Capítulo 3)
Fecha: 04/09/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... fino y elegante dividía la prenda en dos partes, y marcaban sus generosas curvas. Su pelo estaba recogido, dejando, una vez más, su rostro de nena linda completamente a la vista. De sus orejas colgaban dos aros dorados que le daban cierto aire niña rica. Me gustaba verla así, tan prolija, tan inmaculada. Parecía esas princesas europeas que se veían obligadas a vestirse con cierto recato, pero, de alguna manera, encontraban la forma de verse increíblemente sensuales. Me dieron ganas de comérmela a besos, de arrancarle el vestido, hasta hacerlo hilachas, y de violar su carita con mi verga venosa, y metérsela hasta la garganta, y hacerla lagrimear hasta que se corriera su maquillaje.
Ninguno tenía auto, así que fuimos primero en colectivo, y luego en subte. Ana no hablaba mucho. No sabía esconder su inquietud. Andrés, por su parte, no parecía notar nada raro y no paraba de conversarme. Recordé que alguna vez Ana me dijo que mis mensajes intempestivos le habían causado algún inconveniente con su novio. Pero mientras hablaba, simpático y entrador, no parecía albergar la menor sospecha acerca de mí.
En el subte, por algún motivo, comencé a rememorar la última noche que estuve con Ana. Ella me había confesado muchas cosas: primero, su encuentro con Juan Alberto y con el otro viejo del que ni siquiera sabía su nombre. Pero lo que más me llamó la atención, fue lo que me contó luego de que terminé de comerle la concha. ¿Con quién más te ves, aparte de mí? Le había preguntado. ...
... “Con tres pendejos”, me dijo.
El subte iba muy cargado, y debíamos viajar parados. A medida que recordaba sentía cómo mi sexo se hinchaba. Quise concentrarme para que me baje la calentura, pero ver a Ana besándose con Andrés no contribuyó a eso. Aquella noche estaba ansioso por conocer sus secretos, pero primero hice que me diera una mamada. Era lo justo, después de haberla hecho acabar sólo usando mi lengua, y ella estaba de acuerdo, por lo que no dudó en llevarse a la boca mi verga que ya despedía el líquido transparente y viscoso. Era increíble que la misma mujer que ahora trataba con exagerado cariño a su novio, hace poco se había acostado con al menos tres tipos, en menos de una semana. Una vez que acabé, manipulé su cuerpo como si no fuese más que una muñeca. La puse sobre mi regazo, como los padres que les dan nalgadas a sus hijos. Pero yo en cambio acaricié la raya de culo, y una vez que mi índice se posicionó sobre el ano, introduje una falange.
— Contame. — le exigí.
— Qué cosa.
— Contame de esos pendejos. — le dije, y el dedo perforó unos milímetros más.
— ¿Para qué querés saber esas cosas? ¿Te calienta saber que me cogen otros?
— ¡Contame! — ordené, introduciendo el dedo en su totalidad. Ana dio un respingo y gimió. — Contame todo. — repetí.
Y entre jadeos, de manera entrecortada por mis continuas penetraciones con el dedo, y los sonidos de mi puño chocando con sus nalgas cuando se lo metía hasta lo más profundo; Transpirada, y obediente, Ana me ...