1. El ermitaño y su sobrina


    Fecha: 14/09/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... No dejan en paz las sandías.
    
    La urraca salió volando y soltando graznidos. Diana, le preguntó a su tío:
    
    -¿Hablas con los animales?
    
    -A veces. Cuando me dicen algo con lo que no estoy de acuerdo.
    
    Diana, creyó tener motivos para preocuparse.
    
    -Buuueeeno.
    
    -Era broma, carita de ángel.
    
    -Espero que lo de carita de ángel sólo sea un cumplido. Aunque la carita de ángel, las tetas, el culo...
    
    De repente cayó un chaparrón de una tormenta de verano. Diana quedó empapada. Sus pezones y sus areolas rosadas se marcaban en la camiseta. Saulo, mirando para aquellas maravillas, le dijo:
    
    -Entra en la cueva que hago un fuego para que seques esa ropa.
    
    -No se si no será mejor que me cale la lluvia hasta los huesos. Tu mirada no me da buena espina.
    
    -Entra que no te voy a hacer nada que tu no quieras que te haga.
    
    Aquellas palabras, sin decirle nada, le dijeron todo lo que Diana quería saber. Metió la moto en la cueva. Saulo echó unas ramas, unas piñas y unos troncos y encendió el fuego, que ya estaba con brasas. Diana se desnudó, con Saulo de espaldas, después se puso al lado del fuego, sentada en una piedra, se cubría con una gabardina con sietes a punta pala. Las tetas las tapaba con los brazos y juntaba las largas piernas. Saulo estaba sentado en la cama. Se dio la vuelta. Diana, le preguntó:
    
    -¿Vas a regresar al pueblo para recoger la herencia?
    
    -No, no me interesa el dinero. Además, aunque quisiera volver y vivir una nueva vida, no podría.
    
    -¿Por ...
    ... qué?
    
    -Por lo mío.
    
    -¿Qué es lo tuyo?
    
    Le enseñó las marcas de dos colmillos en una pierna.
    
    -Me mordió un lobo rabioso.
    
    -¿Y qué?
    
    -Que ya no creo en Dios, ni me fío de los hombres, y mucho menos de mi mismo.
    
    -Ahora sé de donde salen eses pectorales y esas piernas tan fuertes. Dejaste de rezar y te pasas el día haciendo ejercicios... En fin, si no quieres la herencia, me podías hacer rica a mí.
    
    -¿A eso has venido?
    
    -Si te digo la verdad, no. Oí hablar mucho de ti. Tenía ganas de conocerte. ¿Es verdad que antes de ermitaño fuiste mercenario?
    
    -Sí, en la guerra de Angola. Me apodaban El Sanguinario. Estaba drogado día y noche y maté más gente de la que debería. Por eso vine aquí, buscando el perdón de Dios, pero parece ser que para mí nunca habrá paz. Llevo el Mal dentro. ¿Qué más te dijeron de mí?
    
    -Dice mi madre que también te apodaban el Follalotodo. Y que le gustabas a las mujeres más que a las abejas la miel.
    
    -No se me daban mal, no.
    
    -¿Qué tipo de mujeres te buscaban?
    
    -No es algo que deba decir a una jovencita que está desnuda, por muy sobrina mía que sea.
    
    Se quedaron mirando para la pequeña hoguera. La cueva, en ese momento, olía a humedad, a piñas quemadas, a curiosidad y a lujuria. Diana, insistió.
    
    -¿Cómo eran las mujeres que te buscaban?
    
    -Nunca te dijeron que la curiosidad mató al gato.
    
    -En mi caso sería gata. Cuenta, que si no perdí a virginidad con chicos que estaban como quesos, no la voy a perder con mi tío.
    
    Saulo, se ...
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