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Fantasías deliciosas
Fecha: 04/10/2019, Categorías: Poesía Erótica, Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Nada hubiese sido posible sin la casualidad. Esos inesperados infortunios, aquella floreciente sensación de que algo insoportablemente impensado nos atraparía en el vientre de la lujuria y nos conduciría por fin a las mieles del deseo prohibido. Hace 5 años que Vanina y yo nos pusimos de novios. Fue el mismo día en el que egresábamos del secundario. Yo tenía la certeza de que siempre le gusté, y para mí no había nada como su misteriosa sonrisa. Así que en medio de la entrega de diplomas, medallas, reconocimientos y aplausos emocionados de padres y abuelos me la llevé al baño de profesores que estaba fuera de servicio, con el pretexto de confirmar el rumor de un posible embarazo de Romina, una compañera escandalosamente fea pero re chupamedias de los profes y bastante facilita. Cuando ella estalló en una carcajada llena de asombro le robé un beso, y pronto mis manos buscaban el roce de sus pezones bajo su blusa. Nos prendimos fuego en ese cuartucho, franeleándonos ambos con los pantalones por las rodillas y nuestros pubis apretados en la ansiedad de la calentura. Incluso yo no supe contener mi acabada mojando su bombacha y mi slip cuando me endulzaba la oreja con su saliva y mi boca roía su cuello terso, como pulido por el encanto de los dioses. Hoy la Vani está más tetona que antes, pero mejor aún, es una mujer apacible, inteligente y con pocos vicios. Nada que ver con su adolescencia, donde derrochó demasiado en cervezas, cigarrillos y chucherías. Era una compradora ...
... compulsiva, y eso la llevó también a robarle plata a su familia. Además es extremadamente fantasiosa y, en la cama es una putita insaciable. De lo segundo me ocupo lo mejor que puedo. En cuanto a sus fetiches, algunos los llevamos a cabo, y otros aún no los hemos consensuado. Una tarde de un marzo espeso y ruidoso en Buenos Aires, después de volver del estudio contable en el que oficio de cadete, se me ocurrió ir a buscar a Vanina por el gimnasio. De paso la acompañaba a comprarse un trajecito de policía con el que ella alucinaba apoderarse de mi papel de sumiso y maltratarme un poco. Llegué, esperé a que junte sus cosas del locker, que pague la cuota y compre unas gaseosas para sorprenderla con una remera en la cabeza, como si fuera un ladrón. Apenas se le pasó el susto nos re tranzamos camino al auto, subimos y manejé por la ruta rumbo a casa, porque mi pequeña estaba fundida, aunque por lo visto tenía ganas de un polvito. No dejó de tocarme la verga durante unos kilómetros, de mostrarme cómo le quedaba el top y de jurarme que apenas estacione deseaba mamármela como nunca. Pero, cerca de una destilería abandonada vimos unas señas y, enseguida frené al ver que un tipo intentaba reparar algo de su coche, y la mujer de los gestos no sabía cómo abrir su paraguas, ya que la tormenta era inminente. Tenía un auto de cagarse, computarizado al máximo y super sofisticado. Nada que se pueda atar con alambre. Daniel me dijo que el servicio técnico no tardaría en llegar, y que ...