1. Dos vergas para mi solita, que no se entere mi novio


    Fecha: 06/10/2019, Categorías: Gays Autor: Dulce Fuego, Fuente: CuentoRelatos

    Siempre que me reúno con Ricardo, quien era mi novio en la escuela hace algunos años, terminamos en su casa, o en algún hotel y cogemos como si fuera la última vez que lo fuéramos a hacer en esta vida. A veces pareciera que no ha pasado el tiempo y que seguimos siendo la parejita de adolescentes que busca la oportunidad de desatar las mariposas sexuales que aletean en nuestros genitales recién estrenados. Nunca he creído en la fidelidad, y aunque Ricardo tampoco, él finge que sí, y lo entiendo, por que no estoy segura de lo que pensaría su novia en turno si se enterara de que nuestras reuniones terminan siempre entre fluídos y gemidos.
    
    Ricardo fue mi primer novio y todo fue de maravilla entre nosotros. Pero todo termina algún día y nuestra relación vino en declive cuando comenzamos a estudiar cada uno la carrera que había elegido y aunque fuimos admitidos en la misma universidad, nuestras respectivas facultades se ubican en extremos geográficamente opuestos en uno de los campus más grandes del mundo. Mi primer semestre en la universidad trajo consigo la posibilidad de conocer un montón de tipos guapos y chicas bastante atractivas y claro que para Ricardo la posibilidad de conocer más mujeres también se abrió; fue entonces que comenzamos a distanciarnos primero físicamente y después sentimentalmente. Supongo que tal como ocurrieron las cosas no fue culpa de nadie, pero esto que voy a contarte, sin duda fue la gota que derramó el vaso para dar por terminado nuestro ...
    ... noviazgo.
    
    Invité a Ricardo para que me acompañara en un viaje de grupo que había organizado uno de mis profesores; en dicho viaje visitaríamos una comunidad indígena enclavada en la sierra del estado de Puebla para, según las palabras de mi profesor, "hacernos consientes de la realidad nacional". Y aunque resultó un evento muy ilustrativo de las condiciones de pobreza en las que viven las poblaciones más desprotegidas de México, no puedes pedir a un grupo de 30 chicos y chicas que se concentren en esas cuestiones, cuando para muchos de ellos es la primera vez que salen de casa sin la supervisión de sus padres. Así que una vez que terminamos los quehaceres sociales y se hizo de noche, los alumnos más adelantados en cuestiones de vicios, hicieron aparecer mágicamente una hielera muy bien provista de cerveza y un par de garrafas llenas de mezcal, cortesía de Andrés, quien era el hijo del presidente municipal de aquél lugar y que nos había servido de guía en el recorrido por la comunidad. El muchacho era un tipo simpático, alto y con la piel morena y los músculos tonificados por el trabajo en el campo. Y claro que llamó mi atención y la de mis compañeras; siempre que era posible, me acercaba a él y discretamente le coqueteaba, pero sin poder ir más allá, pues a cada intento que yo hacía para aproximarme a Andrés, mi novio respondía alejándome de la situación, llevado por su instinto de marcar su territorio, como buen macho en defensa de su hembra.
    
    Dadas las condiciones del pueblo, ...
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