Yegua domada (2)
Fecha: 16/10/2019,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anabella, Fuente: CuentoRelatos
Cuando volví del baño, mamá aún estaba hincada sobre la alfombra, largando toda la comida; al parecer eran las últimas arcadas, ya que en un momento puso el brazo sobre el sofá y recuperó un poco de aire. Admito que titubeé un poco sobre cómo seguir; por un lado, sentía pena por mi ingreso un poco tumultuoso al mundo del sexo, pero por el otro, me había dado cuenta de que yo era diferente e iba a tener que asumirlo. Me sentía cansado, así que lo único que le dije fue:
-Limpiá todo eso antes de acostarte -. Y me fui a la cama.
Contrariamente a lo que temía, dormí plácidamente. Por entonces, iba al turno tarde de la escuela, así que tenía toda la mañana para descansar.
A eso de las siete, escuché los movimientos de mamá, que se aprestaba para ir al trabajo. Miré la hora y me llamó la atención, ya que en general ella se levantaba a las ocho. Me sorprendí mucho cuando, quince minutos después, me tocó suavemente en el hombro para despertarme. Había traído la bandeja del desayuno y estaba allí, parada y a la espera, con una soberbia cara de estúpida. Me acomodé en la cama y empecé a disfrutar el desayuno, mientras ella me miraba con los ojos muy abiertos y los labios apretados. Hasta entonces, sólo había murmurado mi nombre, Ramón, para despertarme. Me di cuenta de que quería decirme algo, pero que no se atrevía a hablar. Tuve que hablar yo:
-¿Tenés algo para decirme?
Como dije, yo no sentía culpa ni nada parecido; sólo percibía algo nuevo y extraño. Pero tan ...
... convencido me sentía en mi papel de hombre, que, cuando mamá musitó algo apenas audible, le dije:
-Hablá claro.
Imprevistamente, me estaban viniendo ganas de asentarle un tortazo, pero no hizo falta. Ella levantó un poco la voz.
-Quiero volver a ser puta, hijo. Para vos.
Presionó un poco más los labios, tensa. Yo no necesité mucho tiempo para apercibirme de la situación. Sorbí un trago de café y le pregunté:
-¿Para eso me despertaste?
Ella empezó a hablar rápido; necesitaba justificarse.
-Quiero que estemos mejor de lo que estamos, amor. En un par de meses terminarás de estudiar, y yo no quiero que trabajes. Y tampoco quiero seguir donde estoy, yo no nací para eso.
-¿Naciste para puta?
Bajó la cabeza y me acarició la pierna.
-Vos lo sabés…
Pensé un momento y le dije:
-¿Y por qué no me lo dijiste antes?
Volvió a mirarme a los ojos y me respondió, otra vez bajando la voz:
-No te conocía…
La miré con un ademán interrogativo:
-No te conocía –repitió-. Lo que hiciste anoche… Ni tu padre me lo hizo… -dijo, atragantándose con las últimas palabras como se había atragantado con mi poronga hacía unas horas.
Yo sólo la miraba. Ella continuó:
-Tenés lo necesario… Podés vivir de las mujeres, porque sabés tratarlas y no te dejás faltar el respeto. Pensalo, por favor. Tengo un montón de amigas que podés poner a laburar la concha. Y si yo no las puedo convencer… Vos si vas a saber cómo hacerlo.
Sus ojos estaban suplicantes; le ...