Yegua domada (2)
Fecha: 16/10/2019,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anabella, Fuente: CuentoRelatos
... respondí:
-Bien, lo voy a pensar y esta noche hablamos. Decime: ¿desayunaste?
Ella meneó la cabeza.
-No, amor, primero te preparé todo para vos.
Corrí la bandeja a un lado de la cama, la tomé de sus hermosos pelos castaños y le dije:
-Mejor, vas a desayunar ahora.
Saqué la pija y me puse cómodo, con los brazos detrás de la nuca. Ella se la acercó a la boca, mientras sus ojos volvían a abrirse enormes (aún no se acostumbraba al tamaño) y empezaba a sobarla de nuevo. Al rato se había tomado hasta la última gota.
Un desayuno de lo más nutritivo.
Muchos años después, una psicóloga me diría que, por haber accedido al sexo de una manera tan excéntrica, no pude ver lo que estaba bien y lo que estaba mal en lo que hacía. Dicho con otras palabras, que como nunca tuve un sexo sano, sólo podía entender el que vivía, sucio y violento. Es posible. La misma psicóloga lo supo bien después, porque perdió la virginidad anal conmigo y nunca más su carrera se recuperó. Pero eso es una historia diferente.
Esa misma noche hablé con mamá y acepté su propuesta. Me contó su plan: invitar a casa a tres amigas que conocía de su primera época de puta, pero que ahora se dedicaban a otra cosa, y alentarlas a empezar de nuevo a trabajar la concha. Nosotros teníamos nuestra casa, que era bastante acogedora (por cierto, fue lo único bueno que mi padre compró para los tres), y podíamos ponerla para recibir machos. De esa manera, ella dejaría por fin su laburo por horas, les haría ...
... un favor a las amigas y yo tendría lo que merezco. Le pregunté si no les era posible trabajar por su cuenta, y ella me respondió que, en el fondo, todas las mujeres necesitan servir a un macho, sólo que había que darles la oportunidad. Otra vez me di cuenta de todo lo que mamá había cambiado después de esa noche en que la fajé. Por cierto, no volví a estudiar desde entonces. Prefería mil veces seguir descubriendo todo lo que estaba descubriendo.
La siguiente duda que le planteé es si sus amigas no dudarían de aceptar unfiolo de sólo dieciocho años. Me miró como si estuviera muy segura de mí, pero además me dijo otra cosa que me hizo entender más aún lo puta que era: me aseguró que, salvo de una, ella conocía secretos de todas, y que las podía amenazar con revelarlos si no aceptaban al nuevo macho. Entendí lo perversa que podía llegar a ser.
La reunión tuvo lugar una semana después; la hicimos en el living de casa, donde aún se notaba, sobre la alfombra, la mancha que mamá había dejado con su vómito. No le pregunté si les había comentado la anécdota a sus amigas, aunque al menos dos de ellas parecían apichonadas de entrada.
Se llamaban María, de 33 años y Leticia, de 40. María era rubia, de pelo lacio y largo, culo empinado y tetas pequeñas. Estaba estudiando arquitectura, y dudó mucho de aceptar, hasta que mamá le recordó un desfalco que había hecho hacía una década, abusando de la confianza de un hombre anciano. Mamá conservaba pruebas y maría enseguida se ruborizó. ...