1. Tatiana Cap I. Juegos Lujuriosos


    Fecha: 20/10/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... sueño. “¿Cómo puedo ser tan torpe?”, se preguntaba cada vez que se le quemaba la comida, o manchaba alguna prenda de vestir. Un día, mientras hacía su mejor esfuerzo para preparar la cena, llegó una vecina a avisarle que salía humo por la ventana de uno de los cuartos. Recordó al instante que había dejado la plancha enchufada, y, acompañada por la preocupada señora, fue corriendo a apagar el amago de incendio. Apenas se habían chamuscado un par de prendas y la cubierta de la tabla de planchar, pero Tatiana no aguantó más y se largó a llorar, presa de la angustia que le provocaba su torpeza. La señora Marta, que era quien le había advertido del humo, la consoló y escuchó el desahogo de la recién casada. Pese a haberla conocido ese mismo día, se quedó, la ayudó a cocinar, y le prometió enseñarle varios secretos sobre el manejo de la casa. Más tarde, Pedro la felicitó por la cena, y le restó importancia al incidente de la plancha. Bien alimentado, Tatiana sintió que esa noche su marido le había hecho el amor con más pasión que nunca. La señora Marta vivía a sólo un par de casas dentro del condominio. Había criado dos hijos que ya estaban en la universidad, y, según ella, aguantado a un marido gruñón en todos esos años. Pronto se convirtió en la única amiga de Tatiana, y en una especie de mentora de su aprendizaje como dueña de casa. A escasos tres meses después de casarse Tatiana había quedado en cinta. Se había sentido aliviada de tener una ayuda como la Sra. Marta para ...
    ... apoyarla en su embarazo. MARTA Marta tenía cuarenta y cinco años. Vivía con su marido, Benito, y sus dos hijos ya mayores, Esteban y Joaquín. Ni siquiera de joven había sido muy agraciada; era bajita, y sus pechos nunca habían superado el tamaño de los de una adolescente en la pubertad. Lo único de lo que podía pavonearse era su trasero, firme y muy bien formado. Cuando usaba pantalones ajustados llamaba la atención de los hombres. Siempre había sentido envidia de las mujeres más bellas, que cuando estaba en el colegio hacían grupo aparte, dejándola a ella y a muchas otras condenadas a sufrir la indiferencia masculina. Los chicos la trataban con simpatía, pero siempre la usaban como paño de lágrimas cuando las muchachas populares no les prestaban ninguna atención. Así había transcurrido su juventud. Ningún cuento de hadas, y ni hablar de aventuras románticas. Alguna vez pensó que, si era permisiva con sus compañeros, algunos se enamorarían de ella. Pero con esa actitud sólo se ganó la fama de “la chica del culo fácil”. En la universidad, para no reprobar un ramo, dejó que el profesor le practicara sexo anal. No era su primera vez ―el trasero era lo mejor que tenía―, pero de todas formas le dolió; le dolió mucho, y también le gustó. Aún así, no pudo concluir su carrera, y terminó casándose con aquel profesor, un hombre diez años mayor que ella y sin ningún atractivo, salvo un buen pedazo de verga que la hacía gozar. Si bien su matrimonio con el profesor Benito tenía sus altos y ...
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