1. Tatiana Cap I. Juegos Lujuriosos


    Fecha: 20/10/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... lácteo. Pero no sabía que tan liberal podría ser Tati; podría indignarse ante la idea de que otra mujer practicara con ella un ejercicio tan íntimo. Por otro lado, mencionar a Benito despertaría de inmediato la idea de infidelidad en la cabecita de la rubia. Pero si terminaba aceptando, nadie decía que solo su descarado marido terminara aprovechando el escultural cuerpo de la joven madre. ¡Dos por una! ―Benito hizo el tratamiento ―contestó, en un tono casi clínico. ―¡¿Don Benito…?! ―se asombró Tatiana. ―Así fue, Tati. Y también puede ayudarte a ti. Tatiana se quedó un momento en silencio, rumiando esa desconcertante información. ―¿Y si se lo pido a Pedro…? —preguntó al fin, sumida en la confusión. ―No creo que resulte, Tati. Si él te compró el extractor, fue porque no podía ayudarte de otra forma. Verás: hay hombres a los que les da un poco de repulsión la leche materna. Si insistes, seguramente aceptará, pero eso podría provocarles a ambos serios trastornos en el futuro, quiero decir en sus relaciones íntimas, ¿me entiendes? Tatiana asintió con la cabeza. Se miró las manos, que jugaban nerviosas en sus rodillas. Transcurrieron unos segundos que resultaron interminables para la embaucadora. ―Y a usted… —dijo de pronto la joven, sin mirarla—, ¿no le molestaría que don Benito… me ayudara? “Está hecho”, se dijo Marta. BENITO Benito estaba envejeciendo; tenía cincuenta y cinco años, y el tiempo le estaba pasando la cuenta. Diez años atrás follaba casi todos los días, con su ...
    ... mujer, con alguna alumna que necesitaba mejorar sus notas, o, en el peor de los casos, con una callejera barata. Lo pasaba bien, y le gustaba pensar que la afortunada de turno también lo disfrutaba. Por algo tenía esa descomunal herramienta colgándole entre las piernas. Pero la muy cabrona parecía haber envejecido junto con él. En fin, bastante trabajo le había dado a lo largo de su vida. En todo caso, ya lo había asumido: no era el mismo de antes. Todo había empezado a decaer cuando lo habían nombrado decano de la facultad. Le habían aumentado el sueldo, tenía horarios más ordenados, pero había perdido sus clases, y por lo tanto el trato directo con las alumnas. Ya no podía chantajearlas con el viejo truco de mejorarles las notas para tener sexo con ellas. Se habían acabado las sesiones clandestinas en moteles de mala muerte, y de ahí en adelante había tenido que conformarse con las películas porno que veía con Marta en la intimidad de su dormitorio. Benito valoraba dos acontecimientos extraordinarios en la relación con su mujer. La primera era el día en que Marta había acudido a su oficina porque necesitaba alcanzar una nota en el último examen del curso; sabía que le había ido mal, y quería saber si ella podía hacer algo para subirla algunos puntos. No era la primera vez que él se aprovechaba de una situación así, y Marta no era la chica más linda que le había hecho la misma solicitud. Era mona, bajita, y casi no tenía pechos, aunque su juventud le aseguraba un cuerpecito ...
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