1. Las desventuras de Elena (2)


    Fecha: 21/10/2019, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... guardiana la observaba con ojos cargados de lascivia.
    
    Después de secarse intentó empezar a vestirse, pero Wanda la detuvo con un gesto y volvió a colocarle el collar:
    
    -Nada de ropa, puta. Te presentaré ante los Amos desnuda como un animal y así vas a estar siempre.
    
    "Como un animal", le había dicho su guardiana, y así se sentía Elena, no una mujer sino apenas un animal listo para ser entregado al apetito de los Amos, entre los cuales estarían, seguramente, esos dos hombres que la habían sacado de El Club.
    
    El miedo y la excitación pujaban en su interior cuando Wanda, siempre llevándola de la cadena y portando su látigo, la condujo otra vez por el pasillo hasta que desembocaron en un patio circular bordeado de columnas y una galería en cuyo centro, del lado opuesto, se veía una puerta de madera labrada con dos ventanas a los costados.
    
    La atravesaron y Elena se encontró entonces ante los Amos. Allí estaban, efectivamente, los dos hombres que la habían secuestrado en El Club y otros dos, todos bebiendo sentados en torno a una mesa redonda y enfrascados en una conversación que interrumpieron al verla.
    
    Las paredes de la sala estaban cubiertas de terciopelo rojo, el techo mostraba un artesonado y el piso estaba cubierto en su totalidad por una mullida alfombra verde. La iluminación provenía de una gran araña de bronce labrado, con una gran cantidad de lamparitas. Además de la mesa había un banco alto, con el asiento de cuero y cuatro grilletes de metal en los ...
    ... extremos inferiores de las patas, al fondo una cruz de San Andrés y junto a ella un cepo, a la derecha de la mesa una columna de mármol entre el techo y el piso que a dos metros de altura y en la base tenía sendos aros metálicos con una cuerda cada uno. En la pared de la izquierda pendían un látigo de cuero trenzado, dos varas y una fusta con una lengüeta de unos treinta centímetros de largo por cinco de ancho.
    
    Elena lo observó todo temblando y se estremeció cuando el hombre que en El Club se le había presentado como Edgardo dijo:
    
    -Bueno, bueno, aquí tenemos a la perra hambrienta de pijas.
    
    El otro, Antonio, se puso de pie y mientras iba hacia ella agregó:
    
    -Y nosotros, que somos muy generosos, vamos a dárselas. ¿Cierto, amigos?
    
    Las risas atemorizaron aún más a la prisionera y cuando Antonio le apoyó ambas manos en las tetas saltó hacia atrás como impulsada por un resorte. Wanda la retuvo tirando de la cadena y el hombre dijo:
    
    -Bueno, creo que antes de darle pija vamos a tener que sacarle los corcovos. ¿No creen? –y adelantándose le pegó una cachetada. El golpe hizo trastabillar a Elena, que entre lágrimas comenzó a soltar una retahíla de súplicas:
    
    -Por favor... por lo que más quieran se los ruego... no me hagan nada... déjenme ir... quiero volver a mi casa... por favor, por favor...
    
    -¿Terminaste, perra? –le dijo Antonio apresándole la cara entre sus manos.
    
    -Por favor, señor, por favor... –insistió ella mirándolo entre las lágrimas que cubrían sus ojos. Su ...
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