1. Las desventuras de Elena (2)


    Fecha: 21/10/2019, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... fantasía de tantos años estaba convirtiéndose en una realidad y el miedo empezaba a prevalecer sobre su excitación inicial.
    
    -No estás cooperando, perra... –le dijo el hombre sin soltarle la cara. –Te estás portando muy mal y eso no nos gusta... ¿verdad, señores?
    
    -Claro que no. –contestó desde la mesa un hombre de unos sesenta años que de inmediato se incorporó. Era calvo, de estatura media, con una gran papada y voluminoso abdomen.
    
    -¿Qué cree usted que deberíamos hacer con ella, doctor? –le preguntó Antonio sonriendo cruelmente.
    
    Entonces intervino el cuarto individuo, de la misma edad que el anterior, alto, robusto, de cabello gris y un rostro ancho y rectangular:
    
    -Si me permiten, amigos, opino que para que esta zorra empiece a entender de qué va la cosa deberíamos dejarla en principio en manos de nuestra querida Wanda, que más de una vez nos ha demostrado su habilidad en el manejo de aquel hermoso instrumento de castigo. –dijo y señaló el látigo de cuero trenzado.
    
    -Nada me gustaría más que darle a esta zorra una buena lección, escribano. –dijo la rubia y Elena sintió un ramalazo de miedo que la impulsó a librarse bruscamente de las manos de Antonio que atenazaban su rostro y correr tontamente hacia la puerta, como si con eso pudiera escaparse de lo que le esperaba.
    
    Wanda cortó su carrera con un violento tirón de la cadena haciendo que el collar la oprimiera, provocándolo un súbito ahogo. Con ambas manos en el collar y aspirando con fuerza volvió ...
    ... atrás, con los nervios deshechos y clamando, otra vez, por una piedad que por supuesto no le iba a ser concedida.
    
    Por el contrario, el escribano curvó sus labios finos y crueles en una sonrisa sádica y le preguntó a Wanda:
    
    -¿En qué posición preferirías azotarla, querida? ¿en el banco? ¿en la columna? ¿en cuatro patas?
    
    La rubia optó por la columna y mientras se dirigía en busca del látigo Antonio y el escribano arrastraron hacia allí a Elena, que ofrecía una resistencia tan desesperada como inútil.
    
    -¡Nooo! ¡Noooooooo! ¡Por favor, nooo! ¡Noooooooooooo!
    
    -Te sugiero que guardes tus gritos para cuando Wanda comience a darte, perra. -dijo Antonio mientras entre él y el escribano la iban atando por las muñecas y los tobillos a los aros de la columna. Finalmente, con una tercera cuerda, la fijaron por la cintura dejándola indefensa por completo, lista para el castigo.
    
    ¡Cuánto se arrepintió entonces de haberle confiado a Julia sus fantasías! Pero es que era su amiga de años y había sido siempre tan poco sexual, al menos en apariencia. Tan poco interesada en todo lo que no fuera una función de teatro o de danza, visitas a galerías de pintura, conferencias. Recordó cómo se había asombrado cuando Julia le contó sobre El Club. Debió darse cuenta en ese momento que en esa mujer gorda y de aspecto descuidado a la que jamás había visto siquiera mínimamente maquillada había otra oculta, probablemente una lesbiana, como ella había sospechado siempre, que era la que la había ...
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