1. Las desventuras de Elena (2)


    Fecha: 21/10/2019, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... entregado.
    
    De pronto, una quemazón en sus nalgas la sacó brutalmente de sus reflexiones estremeciéndola de dolor en sus ligaduras.
    
    Gritó y su grito fue respondido por una carcajada de Wanda, que había empezado a azotarla.
    
    -Eso es, querida, muy bien. –escuchó decir al escribano. –Enseñale a esta zorra que aquí la resistencia se paga muy caro.
    
    -Será un placer... –dijo la rubia, para quien en el mundo existían muy pocas cosas que le depararan tanto goce como disponer de una hembra para torturarla y después cogerla. Antes de lanzar el segundo azote se deleitó un momento con la marca rojiza que el látigo había dejado en esas nalgas fenomenales y luego sí volvió a pegar.
    
    -¡¡¡Aaaaayyyyyyyyyy!!! –aulló Elena retorciéndose de dolor todo lo que sus ataduras le permitían.
    
    Los cuatro hombres formaban un semicírculo detrás de ambas hembras, y fue Edgardo quien dijo:
    
    -Un culo de mujer que sólo sirve para defecar es un culo totalmente desperdiciado, ¿verdad, amigos? Vean en cambio qué buen uso estamos dándole a éste.
    
    -¡Y qué buen uso le daremos después, mi estimado Edgardo, cuando nuestras pijas lo llenen de leche! –acotó el doctor provocando la risa de los demás mientras Elena gritaba sin cesar y Wanda continuaba con la paliza que iba dejando surcos rojos en ambas redondeces.
    
    En determinado momento la torturadora hizo una pausa para palpar el culo de su pobre víctima.
    
    -Mmmhh... está bien calentito, jejeje... –dijo retirándose hacia atrás y descargando un ...
    ... nuevo latigazo.
    
    -¡¡¡¡AAAAAAYYYY!!!...
    
    Wanda miró a los Amos, como esperando instrucciones y el escribano le hizo una seña. Entonces volvió a interrumpir el castigo muy a su pesar, dado que estaba sintiendo un placer verdaderamente embriagador.
    
    El hombre tomó del pelo a Elena, le dobló la cabeza hacia atrás y le dijo:
    
    -¿Estás dispuesta a portarte bien, zorra?... ¿Vas a tragarte nuestras pijas por todos tus agujeros sin chistar?...
    
    -No... no... no me hagan eso... no... –contestó Elena con voz quebrada por la angustia y sintiendo dramáticamente, una vez más, qué enorme diferencia había entre haber fantaseado con eso y estar a punto de vivirlo en manos de ese grupo de pervertidos. Era culpa, una profunda culpa lo que sentía pensando en su marido.
    
    -Ay, ay, ay... debemos seguir maltratándote entonces... –dijo el escribano fingiendo sentirse compungido, e hizo señas a Wanda de continuar con la azotaína.
    
    -Me gustaría cambiarla de posición. –dijo la rubia. –La quiero atada en el banco, si ustedes no se oponen.
    
    La propuesta tuvo de los Amos una aceptación unánime y Elena fue sacada de la columna y amarrada de panza sobre el asiento del banco, sujeta por muñecas y tobillos.
    
    Su culo mostraba las señales del castigo, rojos verdugones con algunas líneas blanquecinas e inflamadas.
    
    -No queremos heridas, Wanda, eso afearía tan hermosas nalgas. Seguí en los muslos.
    
    -Sí... tiene unos muslos hermosos... –dijo la rubia acariciándole ambas piernas.
    
    -Y es más... ...
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