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Un secreto entre mi suegra y yo
Fecha: 21/11/2019, Categorías: Infidelidad Autor: nexdelca, Fuente: CuentoRelatos
... Que eso iba con el curso natural de nuestros deseos desde el mismo principio y que tarde que temprano iba a ocurrir. Recuerdo la primera vez que nos vimos. Fue en el banco para el cual todavía trabajo. Llegaron madre e hija a arreglar unos asuntos financieros y de sucesiones después de la para entonces reciente muerte de Don Miguel su marido. Las dos lucían radiantes a pesar de sus vestimentas sencillas y de colores opacos. Quien me llamó primero la atención fue Rosa, con sus ojos grandes y su expresión siempre bonita. Su trato fue dulce, muy de dama. Tenía los labios pequeños, pintados de color rosado suave y su perfume incendió mi fuego viril. Mi entonces futura suegra, sonreía mucho más que su hija, sentada con aire de impaciencia ese primer día con sus ojos tras lentes oscuros que nunca se quitó. Me resultó una señora bonita, amable y por su puesto deseable, y creí, según mi impresión que mucho más tarde comprobé, que yo a ella le resulté simpático. Nos gustamos desde el principio. Entonces hubo unas cinco entrevistas más a veces con ella sola, a veces con Paola o con las dos. En un momento dado no sabía quién me atraía más si la madre o la hija. Lo más irónico es que apenas un par de horas después de haber tenido sexo por primera vez con mi suegra, Paola y yo tiramos un polvo muy intenso. Yo me estaba duchando el cuerpo del delito aun con la sensación de un calor placentero que recorría mi pene. Me lavé bien y con cuidado retiré cada vello púbico brillante y largo ...
... de la tupida vulva de mi suegra, espulgado cuidadosamente de entre los míos. Escuché ya terminada mi ducha los pasos de Paola al llegar del trabajo. Me sequé despacio con la toalla y salí completamente desnudo y ya casi erecto a su encuentro. Ella sonrió y allí mismo la senté sobre el mesón en donde dos horas antes había ocurrido el pecado. Alzó las piernas y las abrió dejando que mis pupilas contemplaran la telilla blanca del algodón de su calzoncito pequeño ya un poco manchado de usos y orines. El vaho de su intimidad alertó mi olfato. Me dio mucho morbo. Se lo retiré sin quitarle la falda blanca de su uniforme de enfermera. Le lamí la vulva con el mayor empeño de mi boca hambrienta para contribuir a una humectación perfecta. Su clítoris se engordó y ella gemía con lujuria mientras se retiraba la camisa de botones y sus sostenes blancos. Me encantaba cuando solo quedaba en falditas. Después le chupé despacio cada seno mediano de pezones ovalados y erectos. Estaba muy excitada. Me besaba sin control. La cargué a horcajadas ensartada completamente. Mi sexo en su sexo. Yo la sostenía por las nalgas y ella se abrazaba a mi cuello mientras avanzábamos tranquilamente en ese culeo morboso hasta llegar a la cama. Allí le pedí que se colocara en cuatro sin quitarse la falda. Descansé de su peso sostenido. Lo hizo complaciente mirando mi desnudez en el espejo frente a ella dispuesto sobre la pared a un costado de nuestra cama. Le levanté la falda y sus nalgas blancas y perfectas ...