El semental de confianza II
Fecha: 22/11/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
... el Choro empezaba a salir, abrió sus muslos como para darle espacio, ya en clara y abierta provocación. Pasó lentamente por debajo de la señora, admirando aquél húmedo espectáculo, relamiéndose solo de sentirlo suyo.
Ana se incorporó. “misión cumplida”, pensó. Había sembrado en el muchacho la semilla del deseo.
El Choro, tal como su padre, no podía incorporarse bien por su tremenda erección. Ella, sonriente y lista para atacar, continuó provocándolo.
“Verás hijo, ven, ayúdame a encontrar un arete que se me cayó por aquí”, dijo, al tiempo que le tomó la mano y la llevó a la estancia. “Por la alfombra no lo oí caer, pero de seguro está por aquí. Ana se arrodillo y puso sus manos en la alfombra, levantando su falda, mostrando al mocetón sus hermosas y blancas nalgas. La bola estaba de su lado.
El Choro se acercó y se arrodilló detrás de la hermosa señora. Sin decir palabra alguna, puso sus manos en ambas nalgas, y metió su cara entre ellas, lamiando y besando sus ansiados encantos.
Ana se recostó sobre la alfombra, abriendo sus muslos lo más que pudo, dejando que el Choro se deleitara con sus calientes jugos…, hasta que los gemidos de la bella mujer rompieron el silencio.
El muchacho se recostó en la alfombra, levantando solo su cabeza mientras lamía con locura la vagina y el ano de su patrona. Como su padre, no dilató en introducirle la lengua en el culo y empezar a acariciar con su mano la babeante vulva.
El Choro no podía más y se puso de pie. Bajó su ...
... pantalón mientras Ana se volteaba. Ella quedó impactada por la erecta verga del chico, casi del tamaño de la de su padre, solo que curveada hacia arriba.
“Me contó tu papá que te estabas tirando a una vecina. ¿Te gustan las maduritas?”, preguntó Ana.
“Me encanta usted Anita”, contestó presto el chamaco.
“Me gustas”, dijo Ana.
El Choro quedó mudo ante la confesión de la bella señora, sentada a sus pies, aun vestida.
“¿Necesito decirte que tu papá me está cogiendo?”, preguntó sensualmente ella.
El muchacho seguía en silencio, su corazón latía a todas sus fuerzas, no sabía si externar que le constaba.
“¿Estas asustado?”, preguntó Ana. El Choro asintió con la cabeza.
“Pues no parece”, dijo ella, al tiempo que tomó el juvenil pene en sus manos y lo empezó a masturbar suavemente. “Esto no me dice que tienes miedo”, agregó.
Subestimando el ímpetu, propio de su tierna edad, Ana se incorporó un poco y tomó con ambas manos el húmedo pene del joven Ramón, lo besó y empezó a mamarlo de la misma manera que el de su padre, pensando que, para este momento, su madre estaba bien ensartada, gozando a su amante, mientras ella se deleitaba con su hijo.
Ana se olvidó por completo de la envidiable virtud de su padre de contener su eyaculación. El Choro puso sus manos a los lados de la cabeza de Ana, y empezó a bombear su gigantesco y juvenil pene en su boca. Ella bién sabía que tendría que tener distintos temas de conversación con su incipiente, e ilegal, amante.
Los ...